Desde la guerra hasta la actualidad, son muchos los que deciden aventurarse en esta disciplina sin importar su edad.
Son las 10:30 de la mañana y el sol más ofensivo del día empieza a caer sobre el skatepark del CUBO de la Zacamil. Allí está Carlos Perla, mejor conocido como “Melón” entre aquellos que patinan. Carlos tiene 35 años practicando skate y ha sido testigo de la evolución que esta subcultura ha tenido con el paso de los años en El Salvador.
Entre balas, estigmas y patinetas
Hay ciertas situaciones que parecen tan efímeras, pero que tienen el poder de trascender a través de los años hasta volverse tan significativas que resulta imposible olvidarlas. Así fue el primer encuentro de Carlos con el skate. Cerca de su casa, específicamente en el Parque Satelite, y luego de jugar un partido de fútbol, lo vio. El encuentro fue fugaz. Un joven un par de años mayor que él sostenía una patineta mientras corría y tomaba impulso para desplazarse sobre ella. Aunque no lo volvió a ver, Carlos había tomado una decisión: necesitaba conseguir una patineta.
Así fue como en 1988 empieza su largo recorrido en esta disciplina. Sin embargo, empezar en esta época representaba enfrentar dos situaciones complicadas. La guerra civil salvadoreña y la inexistencia de la cultura skate en el país. Ambos escenarios se prestaban para la estigmatización de aquellos que empezaban a reunirse en plazas, parques y calles para patinar y aprender nuevos trucos.
Nuevo panorama, nuevos retos
Carlos y su generación fueron un pilar importante para empezar a cambiar el rechazo hacia quienes solo querían divertirse sobre patinetas. Aunque actualmente la apertura al skate sea mayor, esto no significa que la oleada de nuevos skaters se haya liberado totalmente de los estigmas.
Para Britny y Rihnna el camino tampoco ha sido sencillo. Ambas llevan patinando desde hace 9 y 14 años respectivamente. A pesar, de que los tiempos han cambiando y la comunidad skate ha crecido, las mujeres en esta disciplina no solo tienen que lidiar con los estigmas que se vienen arrastrando por años, sino también con los comentarios por ser mujer.
Que no son lo suficientemente fuertes para patinar. Que los trucos son muy difíciles para ellas. Que no es un deporte para niñas. Estos comentarios no solo son ofensivos, sino que contribuyen a que muchas niñas y mujeres pierdan el impulso para empezar o continuar patinando, afectando directamente al crecimiento del skate.
Una cultura más fuerte
Si bien la cultura de esta disciplina en el país sigue sin alcanzar su máximo potencial, el panorama es positivo. Desde la inauguración y remodelación de espacios para fomentar la práctica del skate, hasta la iniciativa de promover el skateboarding como un deporte olímpico tras su debut en los juegos de Tokio 2020.
El camino no ha sido fácil, pero, ¿de qué otra forma podría ser? Aprender a patinar tampoco es sencillo. El skate en El Salvador aún tiene muchos trucos que aprender y generaciones como las de Carlos, quienes patinaron durante un conflicto armado, o las de Britny y Rihnna, que rompen los estereotipos de género, no son de los que tiran la toalla tan fácilmente.