La grandes salas de teatro, museos o reuniones políticas no son los únicos lugares donde grandes figuras de nuestro país se han reunido. Todas ellas (o buena parte) se encuentran descansando en un mismo sitio.
El obispo Tomás Occeli llegó el 26 de agosto de 1849 a un terreno de San Salvador para bendecirlo. Se trataba del primer camposanto no católico de El Salvador. En 1913 pasaría a llamarse El panteón de los Grandes Hombres, luego de ser enterrados ahí los restos del presidente Manuel Enrique Araujo; pero aquel 26 de agosto de 1849, cuando Occeli llegó a dar su bendición, el cementerio ya tenía, por lo menos, a uno de esos Grandes Hombres: Francisco Morazán. La suya ha sido considerada, hasta hoy, como la tumba cero.
A partir de ese momento, muchos otros ilustres decidieron dejar sus restos en ese lugar. El camposanto comenzó a ser ocupado por cientos y cientos de tumbas más. Hasta hoy, son alrededor de 28 mil tumbas las que están ahí.
Grandes mausoleos y lápidas humildes; nombres que han pasado a la historia, que siguen vigentes aún en el imaginario salvadoreño; pero también de personas que hoy solo recuerdan sus seres queridos. En Los Ilustres hoy duermen el sueño eterno algunos de las grandes personalidades que marcaron el rumbo del país. Políticos, pioneros, escritoras y pensadores; hombres y mujeres que construyeron o destruyeron una parte de este país. Que transformaron el tiempo que les tocó vivir.
Hacen falta libros enteros para contar las historias de los personajes que descansan ahí, porque se trata de la historia de todo un país, a lo largo de más de un siglo.
Y por supuesto, muchos de esos personajes hoy son mitos. Como Justo Armas, quien se presume es Fernando Maximiliano José de Asturias, emperador de México; o Prudencia Ayala, la primera mujer latinoamericana en buscar una candidatura presidencial, cuando las mujeres en El Salvador no tenían ni siquiera derecho a votar.
También hay personajes de otra estirpe: poetas como Francisco Gavidia, Alberto Masferrer o el mismísimo Salvador Salazar Arrué, cuya humilde tumba en una de las entradas del cementerio da la bienvenida a todos aquellos que desean conocer las historias que han hecho a El Salvador lo que hoy es.