Hay una leyenda que dice que el café fue descubierto gracias a unas cabras. Aunque el crédito se lo llevó el pastor dueño de ellas, estas cabras fueron las primeras catadoras de café, o algo así. De acuerdo a la historia popular, todo ocurrió un día que Kaldi sacó a pastar a sus cabras como de costumbre. Estas se alejaron hasta extraviarse, y cuando finalmente las encontró se dio cuenta que estaban completamente agitadas y exaltadas mientras comían los frutos rojos de un arbusto. Su curiosidad no tardó en aparecer y decidió cortar un par de estos para probarlos y comprobar que eran la fuente de tal estado.
A partir de ese día el café fue expandiéndose. De acuerdo con múltiples documentos y estudios, se estima que el consumo de café como tal inició en Etiopía y luego se desplazo por todo el mundo musulmán. Para 1583 el médico y botánico alemán Léonard Rauwolf describió por primera vez el café. Este simple texto fue suficiente para que este grano terminará de expandirse e introducirse a Europa.
Tras 157 años de esa primera descripción, en 1740 el café arribó a tierras salvadoreñas. Este era de la variedad Typica proveniente de la especie Arábica, la cual llegó al Caribe primero desde Francia hacia Martinica y gracias a los ingleses de Martinica a Jamaica. Finalmente llegó a El Salvador introduciéndose por Ahuachapán, Santa Ana y Sonsonate; posteriormente, al oeste de San Vicente, en las montañas de Berlín, Usulután, y en el Volcán Chaparrastique, San Miguel.
Poco más de 100 años después de esto, en 1853 y 1856 ocurrieron las primeras exportaciones de café conformadas por 904 quintales durante el mandato del Capitán General Gerardo Barrios, siendo él una de las principales figuras para el desarrollo de la República Cafetalera. Para 1864 el despegue económico del café no paraba de subir y en 1891 terminó superando a la exportación del añil.
En 1910 El Salvador era el principal exportador de la región centroamericana y en las décadas de los 30 y 40 la producción del café solamente aumentó. Para 1970 el café salvadoreño ya se posicionaba como uno de los de mayor calidad a nivel mundial.
Sin embargo, y por distintas causas económicas, sociales y políticas el declive del café era inminente. A pesar de ello, el café salvadoreño ha sabido renacer y recuperar parte de la calidad que lo ha caracterizado a lo largo de la historia. El camino aún es largo, pero los esfuerzos de los caficultores y colaboradores van sin duda en el camino correcto.