Artesanos de la Navidad

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Expertos en transformar el barro colorado en piezas detalladas y únicas que adornan los hogares salvadoreños en Navidad, los artesanos de Ilobasco se destacan por el cuidado y la delicadeza de su trabajo.

En el departamento de Cabañas, al oeste del país, existe un lugar que ha quedado enmarcado en la mente de los salvadoreños residentes y de aquellos que solo vienen de visita. Ilobasco es la tierra que ha conseguido transformar el barro en piezas llenas de detalles que ilustran, de forma única, una de las escenas más representativas de la época navideña: los nacimientos.

La historia de esta artesanía nos recuerda la existencia de una vieja civilización que dejó un legado que se mantiene aún en la actualidad. Al igual que en Guatajiagua, hogar de las artesanías de barro negro, Ilobasco fue uno de los territorios habitados por la civilización lenca, reconocida por su habilidad y destreza para la creación de alfarería de forma manual. Esta práctica evolucionó y los habitantes de esta zona, además de especializarse en las famosas losas, descubrieron que el barro era perfecto para plasmar otro tipo de figuras.

Empezó con las miniaturas o muñecos populares en la década de 1920, hechos por Dominga Herrera cuando ella apenas era una niña; tras esta innovación que retrata escenarios o personas en su cotidianidad, le siguieron los emblemáticos nacimientos de barro colorado, los cuales ya no se tallaban desde cero y de forma manual.

De acuerdo con Juan José Mercado, quien se ha dedicado al oficio de la creación de artesanías en barro por alrededor de 12 años, detalla que es un proceso largo, el cual requiere de mucho cuidado a la hora de manipular cada pieza.

La transformación del barro

El proceso empieza con la preparación del barro. Aunque muchos crean que esto solo consiste en la recolección de la materia prima, el barro necesita ser curado y mezclado con tierra blanca, para el caso de los nacimientos de molde es necesario combinar partes iguales de barro y tierra blanca.

Cuando la pasta está lista, se toman los moldes de las figuras que se desean fabricar, estas pueden variar de tamaño dependiendo de la preferencia del cliente. Estos depósitos pueden ser de dos o tres tapas y se llenan haciendo rollitos de barro los cuales se ponen al interior de los moldes para luego presionarlos y esparcirlos por todo el contenedor. Es importante tener cuidado qué tanto se presiona esta mezcla, ya que de hacerlo demasiado fuerte se corre el riesgo de que el grosor de la figura sea demasiado fino, arriesgándose a que las figuras se quiebren con facilidad. Este primer paso puede llevar de dos horas a dos días dependiendo del tamaño del nacimiento que se esté fabricando.

Cuando se ha finalizado el llenado de moldes se deja secar al interior de los mismos para luego desmoldar y corregir imperfecciones y pulir la figura. Para ello se hace uso de espátulas y pinceles, que se remojan o no en agua para obtener precisión en el detalle. Tras ello se deja secar por completo en el estante hasta que empieza a obtener un color más claro, lo que indica que está perdiendo humedad. Cuando ha empezado a obtener este tono más claro, las piezas son puestas al sol, preparándolas para pasar al horno. Las figuras pasan alrededor de 5 horas bajo el sol, para luego hornearlas a una temperatura entre los 650 y 700 grados centígrados. La quema puede tener una duración entre cinco y seis horas dependiendo de la temperatura.

Cuando dicho tiempo pasa, las artesanías deben pertenecer al interior del horno y retirar hasta el día siguiente, donde finalmente pasan a la etapa de decoración, donde son pintadas a la preferencia del cliente. En esta fase se le pueden agregar distintos accesorios como pañuelos y demás. Al concluir se obtiene uno de los productos, por no decir el producto, más significativo de Ilobasco.

Maestros artesanos

La preservación de esta tradición no sería posible sin aquellos que se han comprometido a seguir este legado. Daniel Córdova, ha sido artesano por más de 20 años, empezó fabricando muñecos populares para luego aprender y perfeccionar su técnica con los moldes. Esta destreza en ambas disciplinas lo ha llevado a convertirse en uno de los mentores de muchos, jóvenes y no tan jóvenes, quienes buscan aún en la actualidad aprender el oficio y seguir con esta tradición.

Si bien Daniel señala que cada vez son menos las personas que se acercan a los talleres con la intención de aprender y dominar este arte y muchos menos los casos excepcionales que terminan su aprendizaje para luego ejercer este oficio, siguen habiendo jóvenes como Juan José quienes continúan con esta tradición llenos de entusiasmo y esperanza.

El Salvador en cada nacimiento

Los nacimientos de barro en Ilobasco han sido, durante generaciones, una de las expresiones más emblemáticas de la artesanía salvadoreña. Estas figuras, que representan la escena del nacimiento de Jesús, son elaboradas con minucioso detalle y han reflejado, a lo largo de los años, la identidad cultural del país. Sin embargo, lo que comenzó como una representación sencilla de figuras religiosas, ha evolucionado, incorporando elementos propios de la cultura salvadoreña como los mantos de añil y distintos elementos tradicionales que han marcado un giro significativo en la manera en que los nacimientos son percibidos y montados en los hogares durante la Navidad.

Originalmente, estas piezas eran composiciones con figuras de barro que, aunque detalladas, seguían un estilo clásico europeo, centrado en la representación pura de la escena religiosa. Pero con el tiempo, los artesanos de Ilobasco comenzaron a fusionar estos elementos con los colores, texturas y símbolos de El Salvador, incorporando la riqueza cultural de su entorno. 

Así se originaron los nacimientos con los mantos de añil, un tejido de origen local que ha sido parte del vestir tradicional del pueblo salvadoreño. Estos mantos, en tonos de azul profundo y estampados, empezaron a formar parte de las figuras del Niño Jesús, la Virgen María, los pastores y los Reyes Magos; dándole a cada pieza un sello autóctono que conecta la religión con las costumbres diarias de la gente.

Sin embargo, esta no ha sido la única forma en la que la identidad salvadoreña se hace presente. Algunos artesanos también optan por crear piezas que simbolizan la escena religiosa pero caracterizando a los personajes con vestimenta salvadoreña como trajes típicos de ciertas zonas del país.

Este cambio en los nacimientos no es solo una evolución estética, sino también una manifestación de la apropiación cultural del país con esta tradición navideña. La inclusión de estos elementos propios de El Salvador ha permitido que las familias salvadoreñas vean el nacimiento como un símbolo religioso, y también como un reflejo de su identidad, de su gente, y de sus costumbres. 

A través de estas piezas se ha logrado crear una tradición que une la devoción religiosa con el orgullo por sus raíces, celebrando la Navidad con un nacimiento único que honra tanto a la fe como a la cultura nacional. En este proceso, el nacimiento se convierte en una representación completa de El Salvador.

Ilobasco: casa de las miniaturas

Las figuras de barro que han cautivado a generaciones de salvadoreños y visitantes, son una de las expresiones más auténticas del arte del país, estamos hablando de los muñecos populares de Ilobasco. Hechos a mano, sin la ayuda de moldes, estos pequeños y detallados retratos de la vida cotidiana se han convertido en un símbolo cultural de esta zona al oeste del país, en el departamento de Cabañas.

Cada pieza es única, ya que los artesanos moldean el barro desde cero, y usando únicamente su imaginación les permite recrear de manera fiel escenas de la vida diaria como fiestas, labores del campo, distintos oficios y grandes celebraciones familiares. Estas miniaturas representan un testimonio de las costumbres y tradiciones de dicho pueblo, y permiten, además, tener un vistazo de los aspectos más entrañables y humanos de su cultura.

Sin embargo, y para entender esta peculiar artesanía, es vital mencionar a Dominga Herrera, doña Minga, como la conocen sus más allegados. Nacida en Ilobasco, este inusual personaje comenzó a modelar cuando apenas tenía seis años. Su madre, ceramista de oficio, le enseñó a crear lozas y otros utensilios de barro, pero fue la fascinación por las miniaturas lo que le permitió desarrollar una habilidad que la haría famosa al interior y fuera del país. A sus 13 años, Dominga ya era reconocida por la calidad y destreza al crear sus figuras, que reflejaban con precisión la cotidianidad de su pueblo.

Con el tiempo, fue perfeccionando su técnica dando como resultado piezas incomparables. Pero para ella esto no era suficiente, con el tiempo tomó a bien compartir sus conocimientos con otros habitantes de Ilobasco, quienes comenzaron a seguir sus pasos y a replicar sus miniaturas. De esta manera, la tradición de los muñecos populares de barro comenzó a expandirse, convirtiéndose en una auténtica escuela artesanal. Con el tiempo, los muñecos de Ilobasco se internacionalizaron, ganando el reconocimiento por su belleza, detalle y la destreza de los artesanos.

Así, los muñecos miniaturas de Ilobasco se han convertido en un elemento diferenciador del lugar, siendo además un homenaje a las tradiciones heredadas de la cultura lenca que estaba presente en la zona, como al talento de Doña Minga y cientos de artesanos que son capaces de transformar el barro en figuras únicas y singulares.

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Lucía Montiel
Periodista. Criatura del 2000, por ende hija del internet. Como buena consumidora de Tik Tok habla rápido y de varias cosas a la vez. Le gusta hablar sobre películas, series y música.

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