El Deporte de Élite es un mundo totalmente desconocido para la mayoría de las personas. Hoy, El Salvador se convierte en el escenario de un evento de talla mundial. Se trata del Tour El Salvador, donde al menos 140 ciclistas femeninas, buscan un lugar en los Juegos Olímpicos de París 2024.
Son atletas que día y noche se han enfocado para dar lo mejor y destacar, quienes a pesar de sus logros, continúan teniendo una vida como la de cualquier otra persona.
En este número, te mostramos cómo atletas que se encuentran en lo más alto del mundo deportivo trabajan diariamente para poder lograr su tan ansiada meta: un lugar en el Olimpo.
Pedaleando horas y horas, las chicas que visitan nuestro país, recorren los paisajes más hermosos que el territorio ofrece.
Para el ojo común, un trofeo o medalla es solo un resultado, pero hoy, te mostramos una ínfima parte de lo que requiere ser campeón, ya que desde que un atleta abre los ojos por la mañana, hasta que se acuesta por las noches, su mente, su cuerpo y su corazón están en la constante búsqueda de mejorar para alcanzar la gloria.
Tal vez mañana, pocas personas recuerden a las campeonas que surjan de este evento, pero sin duda, marcarán un precedente para las futuras generaciones de atletas que tendrán que incrementar sus estándares para mantenerse competitivos.
Día tras día el ser humano se supera y el deporte es la máxima expresión de lo que el cuerpo es capaz de hacer y de soportar, con el único fin de exaltarse a sí mismo.
Las ciclistas recorren desde la costa hasta las montañas, experimentando diversas temperaturas en un país desconocido para ellas, lejos de sus hogares y seres queridos; entrenando largas jornadas, cumpliendo con un plan al pie de la letra, para poder con la pesada carga que implica representar un equipo.
Las expectativas que cada una tiene, son altas. Nada les ha sido regalado. Ni la genética ni su lugar de origen pueden ser una garantía cuando de deporte hablamos. Lo que sí hay es un enorme esfuerzo diario.
Si bien, el deporte sacrifica al cuerpo, no deja de ser un trabajo mental, ya que es la mente quien dicta las acciones, nos empuja a ir más allá y soportar todo lo que sea necesario para llegar a la meta.
La puntualidad, la ética de trabajo y la constancia son algunos de los valores que caracterizan a un atleta, pero para llegar alto, hace falta más. Hace falta entrega, pasión, disciplina y llevar siempre a la práctica la excelencia, la amistad y el respeto que debe unir a las naciones.
El trabajo está hecho. Para las ciclistas, no queda más que dar lo mejor de sí y aceptar los resultados con humildad y respeto; mientras que para nosotros, los espectadores, queda apreciar y valorar el gran esfuerzo que implica ser parte de un evento de tal magnitud, desear lo mejor a cada participante y llevar a nuestras vidas un poco de la disciplina que requiere el deporte.