Conny Palacios se consagra como una de las voces más destacadas de la ópera en El Salvador

La salvadoreña es cantante de ópera, actriz de teatro y maestra de canto. Su historia es un testimonio de lucha, talento y amor por la música.

La música siempre estuvo presente en la vida de la cantante de ópera, jazz y boleros, Conny Palacios. En su memoria atesora aquellos momentos de infancia cuando disfrutaba ver cómo su padre, un músico aficionado que tocaba el saxofón y el clarinete, ensayaba en su casa casi todos los fines de semana con sus amigos de una orquesta sinfónica.

Influenciada por la pasión de su padre y por las clases de música que recibía en la escuela, Palacios desarrolló un gusto por ciertos géneros musicales que la fueron conquistando hasta que descubrió la grandiosa voz que llevaba dentro.

A muy corta edad comenzó a cantar en los actos culturales y de clausura del centro educativo donde estudiaba, y escuchaba cómo “todo el mundo decía, ‘ella canta bonito, pero canta suavecito’”, comentarios que la motivaron a seguir perfeccionando su voz.

Sin embargo, no fue hasta su adolescencia que pudo costearse sus propias clases de canto y adquirir el conocimiento necesario para convertirse en una profesional de la voz. No obstante, por cuestiones de la vida, tuvo que poner en pausa esa pasión que había nacido en ella cuando era niña.

Tiempo después, cuando ya tenía 30 años, estaba casada y tenía dos hijos, vio en el periódico que estaban realizando audiciones para un coro; decidió asistir y logró ser seleccionada. Pero se enfrentó a un obstáculo: “Mi marido no quería que fuera a esas cosas”, recuerda.

Así que se las ingenió para asistir a los ensayos y presentaciones del coro a escondidas de su esposo. Fue de esta manera como logró hacer realidad su sueño de cantar en grandes escenarios, participando en importantes producciones como “Cavalleria rusticana”, “Madame Butterfly”, “La Bohème”, “La Traviata”, “La novicia rebelde”, entre muchas otras, que la posicionaron en la palestra pública.

Foto: cortesía / OPUS 503

A pesar de su gran talento, la salvadoreña no estuvo exenta de comentarios negativos y bullying por parte de personas que no querían verla brillar. “Es algo terrible que sucede en todas partes, y cuando no tienes experiencia, esas inseguridades son muy difíciles de manejar”, comenta.

Para Conny eso no fue un impedimento, al contrario, se convirtió en una exitosa cantante solista mezzosoprano de la Ópera de El Salvador, donde también fue instructora vocal de cantantes líricos desde 2008 hasta 2017, año en el que se retiró para continuar su carrera en otros espacios.

Su pasión por la enseñanza

En esos años, también realizó su primer recital, titulado “Entre flores y recuerdos”, que dedicó a la memoria de su padre, quien la había inspirado en la música desde su niñez. El evento se llenó de personas, quienes terminaron conmovidas por el repertorio que interpretó Palacios en el escenario.

Más adelante, se dedicó a impartir clases de canto particulares a salvadoreños que buscan incursionar en este género musical. Y, aunque la pandemia por covid-19 en 2020 la hizo parar por unos meses, tuvo que implementar métodos efectivos para continuar de forma virtual.

“Descubrí que enseñar me encanta, y sentía que, cada vez que les enseñaba algo, mis alumnos se llevaban un pedacito de mí. De hecho, todos tienen un pedacito de mí… Siempre recibí muchos elogios por lo que ellos lograban, porque todo lo que aprendí se los transmití”, destaca.

La forma de enseñar de Conny rompe con lo tradicional. Ella combina de manera única el canto y el teatro, llevando a sus estudiantes a transformarse en auténticos personajes mientras cantan.

En la actualidad, además de impartir clases privadas, también es instructora de un coro salvadoreño de niños, donde busca preparar a la nueva generación de cantantes líricos para brillar en la industria musical.

Es importante destacar que Conny no solo se limita al canto lírico, sino que también interpreta géneros como el jazz, el bolero e incluso el mariachi. Asimismo, es actriz de teatro musical, y ha participado en diferentes puestas en escena, como “El bolero de cristal”, “Cleopatra”, “El cinturón de castidad” y “Malandrines”.

Hoy, a sus 62 años, su legado no solo se encuentra en los escenarios donde canta y actúa, sino también en la huella que deja en cada alumno que, gracias a ella, descubre su propio potencial en el grandioso arte de la voz.