Hablar de la historia del maíz es hablar de la historia del hombre (y la mujer). O por lo menos así es de este lado del mundo. Para toda la región mesoamericana, el maíz representa el origen de todo, el punto de partida donde la vida de los seres humanos inicia. Alrededor de esta planta y alimento se cimentó todo un rito y una cosmovisión que sigue viva para algunos sectores, quienes siguen rindiéndole homenaje a este fruto de la tierra.
Con el tiempo, se convirtió en la base de una gastronomía rica y diversa, donde el nixtamalizado desvelaba sus múltiples propiedades, dando vida a tortillas, tamales y atoles, esenciales en la alimentación diaria.
Hoy, el maíz continúa siendo un emblema de la cultura salvadoreña. En las comunidades rurales, las tradiciones en torno a su cultivo y preparación se transmiten de generación en generación, manteniéndose vivas para no olvidar su pasado.
Pero el valor del maíz trasciende en la cocina, en ese sentido, la práctica de técnicas ancestrales para la manipulación de este grano han sido un factor fundamental para no dejar morir la historia, especialmente, cuando el mundo y los avances tecnológicos de todas las áreas avanzan a una velocidad inexplicable. Esto ha permitido mantener vivas las tradiciones y seguir cultivando diversos tipos de maíz propios de distintas zonas.
Hoy, celebramos al maíz por su historia, y por todo lo que simboliza para toda una región que ha sabido rendirle homenaje, no solo manteniendo vivas las tradiciones, sino también transformando las formas de su consumo sin dejar de lado el respeto por su significado. Del mismo modo, celebramos a la gastronomía salvadoreña que ha sabido mantenerse viva, y además, ha sabido reinventarse para seguir contando historias de diferentes maneras y así poder llegar a las mesas fuera de estas fronteras que, al igual que nosotros, sienten un arraigo cultural con nuestras raíces y lo que la tierra nos ofrece.