Lleno de matices, la industria del cine en El Salvador ha pasado por distintos géneros donde en cada uno se ha logrado impregnar la identidad y estilo único de sus cineastas.
Por mucho que parezca que el cine salvadoreño está dando sus primeros pasos a través de las distintas propuestas audiovisuales que han salido a la luz en los últimos años, lo cierto es que esto es más bien un resurgir. Si bien su historia ha estado llena de altibajos, el inicio de esta industria en el país nace en el siglo pasado, cuando llegaron las primeras cintas y eran proyectadas en las calles de las colonias y pueblos, conocidos como “cine al aire libre”.
Estos primeros vistazos sobre cómo funcionaba el cine a nivel internacional fueron el motor para incentivar los primeros intentos de hacer cine en el país. De acuerdo con algunos registros, la primera película salvadoreña se estrenó en 1927 y se titulaba “La Águilas Civilizadas”, dirigida por Virgilio Crisonino, una historia de amor entre una campesina y su patrón.
A pesar de que estos primeros pasos en el mundo del cine hayan sido de a través de la ciencia ficción, ese género estaría muy lejos de predominar el entorno cinematográfico salvadoreño. Debido al contexto político y social de la época, se vio en esta naciente y creciente industria una oportunidad única, fue así como Alfredo Massi, un italiano radicado en El Salvador, comenzó a incursionar en el cine de propaganda gubernamental. Sin embargo, es durante la década de 1930 y bajo el régimen de Maximiliano Hernández Martínez, que se establece el noticiero “Lorotone”, donde se transmiten cortes de dicho corte temático.
Desde entonces hasta 1980 y de la mano de distintos cineastas como Juan José Salazar Ruíz continúan filmando cine muy orientado a lo político. Un hito importante en esta época llega en 1955 con la película “El Pirata Negro”, la cual fue grabada en algunos paisajes salvadoreños con talento y producción nacional.
Del mismo modo, hubo otros directores salvadoreños que apostaron más a producciones experimentales y probaron suerte con el cine de autor. Su mayor exponente, sin duda alguna, ha sido Alejandro Cotto quien empezó grabando situaciones cotidianas y paisajes de su natal Suchitoto. Logrando, finalmente, explorar el género con “El Rostro”, una historia introspectiva y profunda sobre la relación entre la tierra y el hombre.
Con todo lo vivido durante el periodo que duró el conflicto armado, las producciones encontraron en el cine sobre la guerra nuevas historias, nuevos personajes y nuevas vivencias que contar, perdurando muchos años después de que esta terminara tal es el caso de producciones como “Sobreviviendo Guazapa”.
Con la llegada del nuevo siglo, los documentales dominaron el panorama, aunque la ficción empezó a recobrar fuerza, volviéndose una de las apuestas más fuertes de parte de las nuevas generaciones que se aventuran a hacer cine. Así es como, en menos de una década, el cine salvadoreño ha evolucionado, adaptándose a su entorno y ganando terreno a nivel tanto a nivel nacional como internacional.