El lenguaje de las flores

Cuando el ciclo de la floración llega a El Salvador, el país entero se transforma en un lienzo vibrante y lleno de vida. En las montañas, el verde —aunque sea por un corto tiempo— deja de ser el protagonista para fusionarse con una variedad de tonalidades que solo las flores más exóticas de ciertos árboles y plantas pueden ofrecer.

Mientras tanto, en la ciudad, el bullicio del tráfico y la vida acelerada se ven opacados por un espectáculo visual único que brindan los árboles cargados de flores vibrantes, como si la misma naturaleza nos invitara a celebrar con ella el cambio de estación.

Entre enero y mayo, podemos admirar al imponente maquilishuat, el árbol que con orgullo adorna parques y calles del país, cubierto de flores rosadas que caen de su copa como lluvia, formando una alfombra natural que da la bienvenida a locales y foráneos. 

Su encanto le valió para ser declarado árbol nacional en 1939 en El Salvador, desde entonces tiene un lugar especial en el corazón de los salvadoreños, no solo por su impresionante belleza, sino también por lo que simboliza: la renovación, la esperanza y el ciclo eterno de la vida.

Sin embargo, no es el único protagonista de esta temporada. A él se unen el árbol Cortez Blanco, caracterizado por sus racimos de flores amarillas y su corteza blanca; el madre cacao, con sus bellas flores rosadas; y la ceiba, cuyas flores perfumadas hipnotizan a los curiosos que se acercan a ella para admirar su altura.

Por otro lado, en los hogares salvadoreños no solo los árboles se renuevan, también lo hacen las plantas, las cuales descubren sus pétalos para atraer a sus polinizadores y encantar a sus espectadores. Las veraneras, los claveles, las rosas y los geranios son algunas de ellas.

Aunque estas flores son efímeras, durante su corta existencia se encargan de la reproducción de las plantas  y contribuyen a la existencia de otros seres vivos, como los insectos polinizadores.

Por eso, aunque no podamos disfrutarlas todo el año, podemos aprovechar la efervescencia de sus colores y aromas para llevar un pedazo de ellas a nuestros hogares, creando espacios que nos conecten con la esencia de la floración y que nos recuerden que la belleza se encuentra en los pequeños detalles que la vida nos ofrece a través de la naturaleza.