Con la llegada de la primavera, El Salvador se viste de rosa gracias a la floración de los majestuosos árboles de maquilíshuat (Tabebuia rosea), el árbol nacional de El Salvador que, cada año, regala un espectacular paisaje natural a la ciudadanía.
Los maquilíshuat florecen desde enero hasta mayo, mientras que sus frutos aparecen entre febrero y mayo. El curador del Herbario Nacional del Museo de Historia Natural de El Salvador (MUHNES), Gabriel Cerén López, habla sobre este llamativo árbol, que recibe diferentes nombres dependiendo de la zona del país donde se encuentren, según una nota publicada en el Ministerio de Cultura.
“En la zona central y occidental lo llaman maquilíshuat, mientras que en el oriente lo reconocen como: maculis, maquiligua, maculigua o macuilís”, detalla el biólogo y agrega: “Nuestros antepasados de habla náhuat lo nombraron makwiliswat, makwil=cinco e ishuat=hoja, aludiendo a sus hojas que están divididas en cinco foliolos”.
Uno de los puntos más icónicos para apreciar este fenómeno es el Centro Histórico de San Salvador, donde cientos de maquilíshuats en flor engalanan las principales avenidas y plazas. El contraste del rosa vibrante de sus flores con la arquitectura histórica del centro crea una postal perfecta que ha convertido la temporada en una de las más esperadas por los amantes de la fotografía y la naturaleza.
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El maquilíshuat, además de su belleza, tiene un valor ecológico y cultural significativo en El Salvador. Su madera es utilizada en construcción y artesanías, mientras que sus flores sirven de alimento para polinizadores como abejas y colibríes.
Cada año, la floración del maquilíshuat se convierte en tendencia en redes sociales, donde salvadoreños comparten imágenes de estos árboles en calles, parques y espacios urbanos. Esta tradición no solo resalta la belleza natural del país, sino que también refuerza el sentido de identidad y orgullo entre sus habitantes.
Si eres amante de la naturaleza y la fotografía, no pierdas la oportunidad de capturar este espectáculo natural que, aunque efímero, deja una huella imborrable en el corazón de los salvadoreños.