En la esquina más callada de tu casa, nace un suspiro que sabe a café, libro y paz.
Imagina que llegas a casa después de un día largo, cierras la puerta y, en una esquinita, te recibe tu lugar. No es grande, no necesita serlo. Es solo tuyo. Un rincón donde el mundo se queda afuera y tú respiras hondo, con un libro en la mano, una taza caliente o simplemente los ojos cerrados.
Vamos a armarlo juntas, como si estuviéramos sentadas en el suelo, con una vela encendida y una manta suave sobre las piernas.
1. El rincón que te abraza desde el suelo
Extiende una manta gruesa de algodón o lana, de esas que te dan ganas de hundirte. Encima, almohadones de todos los tamaños: uno redondo para sentarte derecho si meditas, otros más blandos para recostarte y leer.
Al lado, una mesita baja (puede ser una caja de madera pintada o un banquito viejo que ya tenías). Ahí van:
- Un difusor con lavanda o cedro.
- Una velita que huela a vainilla o a bosque.
- Un cuenco pequeño con agua y una piedrita que te guste tocar.
Y si quieres, una cascada chiquita que te tranquilice con el sonido que te lleva directo a la montaña.
2. El rinconcito para acurrucarte con un libro o un café
Ahora la parte donde te sentarás. Un sillón chiquito, de esos con orejas, o un puf grande hecho con pallets (sí, esos que regalan en las ferreterías). Solo lija, barniza y ponle cojines gordos.
Encima coloca una manta suave que te cubra hasta la nariz y una mesita ratona al alcance de la mano: tu taza, el libro, un posavasos de corcho.
La alfombra es clave, puede ser de tu preferencia estilo peluche o una de yute que aguante la humedad de El Salvador. Que cuando camines descalza sientas que pisas una nube.
3. El jardincito que respira contigo
Y ahora, lo vivo. En la pared: un bolsillo de tela o una estructura de madera con macetas colgantes. Ahí van pothos, rosas y eucalipto. Se cuelgan, caen, se mueven con la brisa. En el suelo: una sansevieria alta, un lirio de la paz que florece cuando menos te lo esperas.
Si hay humedad, pon una bandeja de hule debajo. Y si falta luz, una tira de luces frías solo para ellas, que duerman felices.
Ahora vamos con los colores y texturas que deberías usar. Primero los colores suaves: beige, gris cálido, marrón tierra, un toque de mostaza. Nada que grite. En cuanto a la luz debe ser cálida: una lámpara de pie que se incline para leer, y luces de hadas enredadas en las plantas. Y para las texturas de lo que te acoge bien va lino, algodón, madera y lana.
4. Decora a tu gusto
Por último coloca retratos y accesorios que te haga sentir bien, por ejemplo, una foto de tu playa favorita. Un cuarzo que trajiste de un viaje. Tu taza favorita con café o té.
Recuerda que este no es un rincón de revista, es tu rincón. Donde el café sabe mejor, los libros se leen solos y la meditación llega sin avisar. Puedes empezarlo hoy. Con una manta, una planta y una vela. El resto… va llegando solo.


