De ser una práctica tradicional lenca a convertirse en uno de los sustentos económicos de Guatajiagua, esta es la historia del barro negro.
Desde tiempos de las comunidades indígenas, la práctica de tomar el barro y transformarlo en piezas únicas ha estado presente en la zona de Guatajiagua, Morazán, mucho antes de que ese territorio tuviera ese nombre. Los pueblos lencas han sido los responsables de una de las tradiciones artísticas y culturales más importantes que sigue vigente en El Salvador.
Las artesanías de barro de negro, de Guatajiagua, son un símbolo de identidad que se ha transformado de una simple costumbre a una forma de subsistencia de las familias que residen en el lugar. Esta actividad artística, cultural y económica es uno de los principales atractivos de este distrito de Morazán.
La tradición se ha pasado de generación en generación, siendo históricamente un arte por y para las mujeres de la zona. Según cuenta Concepción Hernández, artesana de la zona, es común que en Guatajiagua las niñas de cada hogar aprendan este oficio desde pequeñas. Es así como las madres de cada casa les enseñan a escoger el barro y moldearlo.
Concepción relata que ella aprendió el oficio desde pequeña, cuando su madre la llevaba a recoger barro; en aquel entonces, ella alternaba sus estudios en la escuela con las enseñanzas de su madre, quien la esperaba para continuar aprendiendo el modelado en barro.
Como muchas de las niñas de la zona, Concepción empezó con pequeños platos y comales, los cuales eran perfeccionados por su madre para luego ser vendidos en los mercados cercanos y así ir introduciéndose poco a poco en este oficio que años después se volvería en su propio sustento y el de su familia.
Pero, ¿qué tan complicado puede ser elaborar una artesanía de barro negro? Como cada oficio, esta práctica requiere de tiempo, dedicación y mucha técnica, la cual se adquiere y se perfecciona con el paso de los años. La larga travesía de estas piezas comienza escogiendo el barro y colándolo para evitar que la pasta tenga piedras que dificulten el trabajo.
A diferencia de la cerámica que se ve en todos lados, la técnica detrás de estas artesanías no requiere de instrumentos como platos giratorios. Son las mismas mujeres quienes se sientan en el suelo y transforman las montañas de barro en platos, tazas, comales y demás, los cuales también son llamados lozas.
El ritual de la quema
Aunque sea un oficio dominado por mujeres, esto no significa que los hombres queden de lado en el proceso. Por el contrario, son ellos los que tienen a cargo una importante tarea luego del modelado de cada artesanía. Conocidos como “tlamemes”, estos hombres se encargan de ir a buscar las lozas y transportarlas a los talleres donde se realiza la quema u horneado de las mismas.
Al igual que las mujeres, estos personajes son un símbolo de Guatajiagua. Si bien en un inicio realizaban el trayecto a pie, llevando las lozas en la espalda, hoy se hace en camiones para optimizar el tiempo y el trabajo.
Las piezas son entregadas en los talleres donde cada una es puesta al sol para aclimatarlas y evitar un choque térmico al interior del horno que pueda dañarlas. Cuando están listas, son pasadas al interior de este instrumento donde pasan alrededor de 30 minutos a una hora y media dependiendo del tamaño de la artesanía. Al terminar este paso, son sacadas del horno y puestas en la tierra para que se enfríen.
Es en este momento que ocurre la magia, aunque muchos crean que estas artesanías tienen ese color oscuro tan particular por el tipo de materia prima que se usa, la realidad es que ese tono negro se adquiere hasta este momento, cuando las lozas son bañadas con agua cocida con semillas de nacascolo, las cuales desprenden un color negro el cual sirve para teñir las artesanías y darle ese toque tan característico.
Esta labor que, aunque ejecutada por hombres, complementa el trabajo minucioso de las mujeres que, a través del modelado, mantienen viva la esencia cultural de la comunidad.
Finalmente, cada pieza está lista para ser comercializada tanto en Guatajiagua como al interior y fuera del país para que aquellos que han sido cautivados por este arte puedan tener un poco de él en sus casas.
Aunque algunos procesos han cambiado, la esencia de esta tradición lenca sigue presente, siendo una de las herencias vivas más fuertes e importantes en territorio salvadoreño.
Barro negro: arte y economía
La creación de artesanías de barro negro, además de ser una práctica llena de riqueza cultural e historia, constituye uno de los pilares económicos de muchas familias en Guatajiagua, Morazán. Este oficio, heredado de generación en generación, ha tenido un impacto significativo en la economía local, particularmente a través de la participación activa de las mujeres en la creación de piezas que reflejan el arte ancestral de la región, y representan una fuente crucial de ingresos para muchas familias.
No es un secreto que esta práctica es una actividad profundamente arraigada en la identidad cultural de la comunidad. Como parte de la tradición del barro negro, la creación de piezas es únicamente para mujeres, quienes desde una temprana edad aprenden a trabajar con la arcilla de las montañas. Aunque esto no significa que sean las únicas involucradas en la fabricación de este tipo de artesanías. Los hombres no aprenden el modelado del barro, ellos se encargan de la quema de las piezas y el transporte de las mismas, siendo también parte fundamental de este proceso.
Este arte ha sido clave para la economía de Guatajiagua, ya que constituye una de las principales fuentes de empleo en la zona. Tal es el impacto, que en muchos hogares, la producción de barro negro es una de las principales fuentes de ingresos constantes, permitiendo a las familias sostenerse y mejorar su calidad de vida.
La popularidad de estas artesanías de barro negro ha trascendido con los años, lo que ha llevado que su comercialización no se quede exclusivamente al oriente del país. En la actualidad, estos artesanos reciben pedidos de todos los rincones del país, así como internacionales, atrayendo principalmente a los turistas y coleccionistas que buscan objetos únicos y representativos de la cultura Lenca.
Gracias a la creciente demanda de cerámica con barro negro, se han creado oportunidades para que más mujeres trabajen de manera independiente, lo que les permite contribuir significativamente al sustento familiar y, a su vez, fortalecer su papel dentro de la comunidad. De este modo, el crecimiento de este mercado ha tenido un impacto positivo en el desarrollo económico de la comunidad.
Del mismo modo, esta práctica ha promovido una economía circular, donde los ingresos generados se reinvierten en la comunidad, fomentando el turismo de la zona y apoyando a pequeños comercios locales.
