Desde hace más de dos décadas, el taller Artesanías Ish At, se dedica a la elaboración de juguetes tradicionales y otros productos salvadoreños, manteniendo viva la cultura y la nostalgia de toda una nación.
Durante 26 años, don Julio César Juárez ha vivido entre maderas, impregnado del aroma de pinturas y barnices, acompañado por el zumbido incesante de tornos y taladros. Su mundo gira en torno a su pequeño taller artesanal, ubicado en el cantón Ojo de Agua, en Cojutepeque, Cuscatlán Sur.
A este salvadoreño de 44 años, Dios le dio el don de crear extraordinarias piezas con sus manos, utilizando únicamente materiales recuperados de la madre naturaleza. En su taller Artesanías Ish At, Ojo de Agua por su significado en náhuatl, él y otras dos personas elaboran diariamente docenas de juguetes tradicionales y otras artesanías propias de la cultura cuscatleca.
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“Comencé solo, con la bendición de Dios y mi inteligencia. Aprendí este oficio en otros talleres, pero con el tiempo me fue gustando, me apasioné por el arte de la madera y por el producto final. Así nació en mí la idea de tener mi propio taller y de ser emprendedor”, recuerda Juárez.
Don Julio hace de todo, pero en especial se encarga del tallado. No necesita mirar a cada momento planos ni medidas exactas. Cada pieza nace de la intuición y de años de repetir la forma en la mente antes de verla en la madera. Usa un torno sencillo, algunas herramientas básicas y muchas horas de concentración. Dice que cada juguete lleva su tiempo, porque cada uno tiene su carácter.

“Al día sacamos muchos productos. Si nos dedicamos solo a hacer yoyos, pueden ser 200, porque mi compañero hace 100 y yo hago 100 más. Dependiendo del producto, así varía la cantidad, porque hay productos que se hacen más rápido y otros que requieren más tiempo de elaboración”, afirma.
Lo que nunca falta en su taller son la madera, el barniz, los clavos, la pita cáñamo, el cuero, los tornos, la sierra, los taladros, la pintura y, sobre todo, las ganas de seguir manteniendo vivo este oficio en Cojutepeque, pueblo reconocido por ser tierra de artesanos.

Por otro lado, José Mauricio Pérez, de 55 años, se encarga de preparar la madera, la escoge, la corta y la pule; a simple vista parece un trabajo menor, pero es el que determina si el capirucho va a resistir el primer golpe o si el yoyó girará parejo.
“Se inicia desde la materia prima y hay que conocer las medidas y el tipo de madera para cada juguete. Por ejemplo, la madera Brasil se utiliza más para trompos por ser resistente y porque el producto queda más bonito, ya que tiene un tono entre rojo y rosado. La madera de cedro la usamos para yoyos; y para capiruchos, lapiceros y llaveros se utiliza la madera de árbol volador”, cuenta Mauricio, quien tiene más de 18 años de trabajar en el taller de don Julio.
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En Ish At se hacen artesanías específicas como portallaves, portalapiceros, llaveros, hondillas, monederos, así como yoyos, capiruchos y trompos, juguetes tradicionales con los que jugaron generaciones de salvadoreños antes de que las pantallas digitales lo invadieran todo.
“Principalmente elaboramos los tres productos tradicionales de nuestro país y de nuestra cultura, como son el trompo, el yoyo y el capirucho. Producimos otro tipo de artesanías cuando el cliente lo pide o según su necesidad; pero nosotros nos enfocamos en tener y mantener los juegos tradicionales”, asegura Juárez.

Tras pasar por las manos de don Julio y don Mauricio, cada uno de estos productos llega a Dolores del Carmen, de 46 años, quien les da vida con sus pinceles, pinturas y barnices. Es el toque final antes de ser vendido.
“Aquí usamos pintura acrílica porque no se derrama cuando le cae agua. Es una pintura firme y seca muy rápido. Entre tres y cinco minutos los productos se secan y están listos para aplicarles el barniz, que es el que les da el brillo y protege la madera”, indica Dolores, esposa de don Mauricio.

Ella tiene más de 16 años de trabajar en el taller, tiempo que le ha permitido adquirir experiencia, pulir su talento en este arte y desarrollar una gran habilidad para pintar más de 600 piezas al día. En cada producto retrata escenas típicas: volcanes, campos, casas de campo y cielos anaranjados.
“Todo lo que yo sé, me lo enseñaron acá. Yo aquí vine a aprender todo. Fue la sobrina de mi jefe la que me enseñó todo sobre la pintura. Hoy, si me pongo a pintar desde la mañana, como a las 7:30, logro pintar quizás unas 600 piezas en una sola jornada”, añade Dolores.

En palabras de don Julio, los esposos Pérez se han convertido en parte de su familia. Y es que, más allá de ser sus empleados, han sido fundamentales para el crecimiento y prestigio que hoy distingue a su taller. “El trabajo nos ha unido, nos ha hecho una familia, porque amigos éramos desde antes de este proyecto”, resalta.
Distribución de las artesanías
En la actualidad, Artesanías Ish At distribuye los productos principalmente en mercados de El Salvador, en ferias artesanales y por encargos directos. Don Julio indica que muchos los compran como recuerdos; otros, para regalarlos a sus seres queridos; y algunos salvadoreños en el extranjero los mandan a traer por nostalgia.

“Últimamente, estamos vendiendo los productos con personas que vienen y van al extranjero; pero empezamos a venderlos en los mercados, como el Mercado ExCuartel, el Mercado de Artesanías, en las ferias y en tiendas que hay en los pueblos. Prácticamente así promovemos nuestros productos”, revela.
Los precios de los productos van desde $1 en adelante, y las personas pueden hacer pedidos personalizados, ya sea en diseño o tamaño. En el taller se trabaja todos los días de la semana e, incluso, se da la oportunidad al visitante de ser testigo de cómo se crean las artesanías.

Quienes deseen adquirir alguna de estas hermosas artesanías y conservar un trozo de este legado salvadoreño, pueden contactar a don Julio al número 6315-0501 o a través de su página de Facebook: Artesanías Ish At. Visitar su taller también es una buena oportunidad para conocer la historia y el arte que hay detrás de cada una de estas piezas hechas a mano.
