El impacto de ciertas prácticas trasciende hasta convertirse en una de las tradiciones más universales de la navidad. Este es el caso del árbol de navidad.
Diciembre llega y, como es costumbre, desempolvamos nuestro arbolito de navidad junto a sus luces y adornos para ponerlo en la sala de nuestra casa. Pero, ¿de dónde salió esta tradición? ¿Cómo fue que gran parte de las casas alrededor del mundo empezaron a adornar árboles casi de forma religiosa durante esta época del año?
Celebraciones paganas y cristianas
Si bien existen varias versiones sobre el origen del arbolito de navidad, la más certera según historiadores ubica a Alemania como la cuna de esta tradición. Es allí donde se liberó una lucha de poderes entre el dios nórdico Thor y las creencias religiosas de San Bonifacio mientras era misionero en tierras alemanas.
Este primer encuentro dio paso para que tiempo después iniciara la conmemoración a Adán y Eva celebrada el 24 de diciembre. Como parte de este festejo, las personas ponían los “árboles del paraíso” en sus casas y eran decorados con obleas o galletas. Del mismo modo, en la habitación en la se instalaba este árbol, también se acostumbraba a poner una estantería en forma de pirámide que estaba llena de velas, figuras, hojas y demás arreglos.
Todo esto sirvió de inspiración para que un día Martín Lutero (así es, el mismo que impulsó la Reforma Protestante en Alemania) decidiera poner velas en las ramas del árbol del paraíso, las cuales se transformarían posteriormente en las guías de luces eléctricas que usamos hoy para decorar no solo nuestro árbol de navidad, sino la casa entera.
La monarquía y la navidad
Ahora bien, aunque todo esto resuelve la pregunta de cómo surge esta tradición, aún queda en el aire, ¿cómo fue que se expandió por el mundo? El recorrido del árbol de navidad no ha sido sencillo, son muchos kilómetros los que ha tenido que recorrer hasta llegar a nosotros.
Si seguimos la línea temporal de la historia, tras convertirse en una tradición alemana, el árbol de navidad viajó de Alemania a Inglaterra por medio de la entonces Duquesa de Mecklemburgo-Strelitz, quien se convertiría en la reina Charlotte al contraer matrimonio con el rey Jorge III en 1761. Sin embargo, esta costumbre se volvería popular entre los ingleses hasta 1848 cuando la revista The Illustrated London News publicó una fotografía de la reina Victoria junto al príncipe Alberto y sus hijos alrededor de un árbol de Navidad.
Una tradición de migrantes
Tras la impactante fotografía de la Familia Real celebrando la navidad (y tomando en cuenta su influencia sobre su pueblo), la tradición del árbol de navidad empezó a cobrar relevancia y las familias empezaron a adoptar esta costumbre llenando sus casas de árboles en sus salas con todo tipo de decoraciones.
En paralelo a esto, las migraciones alemanas a distintos lugares del mundo, especialmente a Europa y Estados Unidos, llevaban consigo un árbol de navidad para celebrar las fiestas. Fue así como llegó a América.
Si bien no se sabe con exactitud cuándo se vio por primera vez esta tradición en Estados Unidos se cree que los soldados alemanes durante la Guerra de Independencia de Estados Unidos celebraron la navidad como tradicionalmente lo hacían: con un gran árbol decorado. Sin embargo, esta tradición se popularizó hasta 1846 cuando el entonces presidente Franklin Pierce montó el primer árbol de Navidad en la Casa Blanca.
El árbol latinoamericano
Pero Latinoamérica no ha sido excluida de esta tradición. Se cree que el primer árbol de navidad en tierras latinoamericanas fue instalado en 1807 en una plaza pública de Argentina. Por otro lado, en 1864 el emperador mexicano Maximiliano de Habsburgo y su esposa Carlota llevaron esta tradición al Castillo de Chapultepec.
Esta tradición ha recorrido océanos y continentes, pasando de lo pagano a lo religioso, y sin importar su origen logró colarse en las casas de todo el mundo donde fue adoptada por los más entusiastas de estas fechas quiénes han sabido adaptar las costumbres a sus propios gustos. Aunque su presentación haya cambiado y ya no usemos velas sino guías de luces eléctricas, su esencia sigue siendo la misma: un símbolo de unidad, fraternidad, pero sobre todo, de la navidad.