«Limpiatumbas», un oficio antiguo que revive cada 2 de noviembre en los cementerios

"Limpiatumbas", un oficio antiguo que revive en cada 2 de noviembre en los cementerios

En el Día de los Fieles Difuntos, jóvenes y adultos encuentran una oportunidad para ganar dinero extra como “limpiatumbas”, dedicándose a limpiar, pintar y embellecer las tumbas en los cementerios.

“¡Se la tumbeamos, se la pintamos!”, es una de las frases que más se escuchan cada 2 de noviembre en los cementerios de los pueblos salvadoreños. Son las voces de jóvenes y adultos que, con azadón, brochas, pintura y pinceles en mano, recorren los camposantos ofreciendo sus servicios como “limpiatumbas” o “tumbeadores”, seudónimos con los que se les conoce por dedicarse a limpiar y embellecer las tumbas de los difuntos en esta fecha, a cambio de una contribución económica. 

Y es que, aunque para muchos el 2 de noviembre es una fecha dedicada a recordar y honrar a sus seres queridos fallecidos, para otras personas representa una oportunidad de trabajo y una forma de obtener ingresos adicionales.

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“Tengo más de 20 años de venir a pintar y limpiar tumbas aquí en el cementerio de Suchitoto. Siempre empiezo desde el 28 de octubre porque desde ese día ya se encuentra gente que necesita que les pinten las cruces o las lápidas de sus familiares, y yo me ofrezco para hacerlo. Cobro $3 por pintar una cruz y entre $7 y $20 por las tumbas, según el tamaño”, cuenta José Rosales, de 52 años. 

Al igual que don Chepe, hay hombres y mujeres de distintas edades que también llegan al cementerio a ofrecer sus servicios de “tumbeada” y pintado. Cada uno pone su propia tarifa de acuerdo con el trabajo que realiza.

Generalmente, estos trabajadores cargan consigo brochas, cubetas con agua y pintura, cepillos, escobas, un azadón y cumas para cualquier labor que les pidan los clientes. Solo en la limpieza, chapodada, “tumbeada” y pintado de una sepultura mediana pueden tardar alrededor de media hora, por lo que aseguran que se necesita práctica y agilidad para cubrir toda la demanda. 

Foto: Óscar Orellana

Don Chepe revela que son ellos los encargados de darle ese toque colorido al cementerio el 2 de noviembre, porque usan pinturas vivas en las lápidas para que transmitan alegría al ambiente.

Ezequiel Ramírez, de 28 años, es otro de los “limpiatumbas” del cementerio de Suchitoto. Él asegura que llegar con la mente positiva y con carisma es fundamental para que las personas requieran sus servicios. Comenzó en este rubro en 2020, durante la pandemia, y desde entonces no ha faltado a ningún 2 de noviembre, pues afirma que el dinero que gana le sirve para sus estrenos de Navidad. 

“Desde el 30 de octubre vengo a trabajar con uno de mis hermanos. Llegamos todos los días a las 7:00 de la mañana y nos vamos tipo 6:00 de la tarde. Algunas personas solo quieren que uno limpie la tumba, otros piden que pintemos las cruces o que arreglemos las jardineras. Todo eso lo hacemos nosotros. A veces nos dividimos porque es demasiado trabajo”, comenta.

Foto: Óscar Orellana

Un trabajo completo

El precio del servicio varía según el tipo de trabajo solicitado: limpiar una tumba cuesta entre $2 y $5, mientras que pintarla puede alcanzar los $20 o más, dependiendo de su tamaño. Por su parte, retocar los nombres de los fallecidos y pintar las cruces tiene un costo de $7. 

Para esta labor, los “limpiatumbas” anotan los datos del difunto en una libreta y, posteriormente, lavan y cepillan la cruz. La dejan secar unos minutos antes de aplicar la pintura del color que el cliente elija. Luego, tras otro breve secado, escriben nuevamente los datos del fallecido con pintura negra.

“En un buen día uno puede sacar hasta $25 o $40, pero hay que trabajar bajo el sol y sin descanso”, dice don Chepe, quien también aprovecha el dinero para cubrir los gastos escolares de su hijo. Mientras tanto, Ezequiel y su hermano Daniel sacan entre los dos hasta $80. 

Foto: Óscar Orellana

Cabe destacar que tanto don José como Ezequiel se preparan para esta jornada con varios días de anticipación. Por su cuenta, compran todos los instrumentos que van a necesitar para la temporada. Además, eligen la ropa y los zapatos más viejos, ya que el contacto con la pintura de aceite suele arruinarlos; por eso, prefieren usar prendas que ya no utilizarán en otras ocasiones.

 “Uno gasta, pero vale la pena. La gente confía en nosotros porque saben que dejamos el trabajo bien hecho”, asegura don Chepe, y agrega: “He limpiado tumbas que ya nadie visita. A veces lo hago sin cobrar, solo por respeto. Aquí uno aprende que todos merecen ser recordados”.

Foto: Óscar Orellana

Esta actividad se ha convertido en una fuente alternativa de ingresos para muchos hombres y mujeres de las zonas rurales del país. Incluso, algunos jóvenes aprovechan las vacaciones escolares para trabajar como ayudantes de sus familiares, mientras que otros ven en esta labor una oportunidad de emprendimiento de temporada.

En conclusión, el 2 de noviembre no solo es una fecha para recordar a los que partieron, sino también para reconocer a quienes, como don Chepe y Ezequiel, ponen su dedicación al servicio de la memoria, pues con cada tumba que limpian y cada cruz que pintan, ayudan a que los que se nos adelantaron no sean olvidados.