La comida tiene el poder de transportarnos y recordar a aquellas personas que fueron tan importantes en vida y que ahora viven en nuestros recuerdos.
Son muchos los elementos que se han heredado de la cultura mesoamericana y que siguen formando parte de la identidad cultural y las tradiciones que siguen viva en los hogares salvadoreños. La gastronomía es algo que no puede faltar en ninguna celebración o conmemoración y, aunque hay algunos platillos que se hacen presente en la mesa de forma repetitiva, hay otros que son muy propios de algunas fechas.
El Día de Muertos es uno de esos días que celebra las tradiciones mesoamericanas, especialmente en el tema de la comida. Aunque no podamos decir con certeza que las civilizaciones antiguas hayan compartido este día con hojuelas, lo cierto es que la comida era parte fundamental de este ritual de despedida.
Según las tradiciones antiguas, los funerales eran celebrados como fiestas llenas de comida, bebidas y altares en honor a los difuntos. De acuerdo a la cosmovisión nahuat que se extendió por México, Guatemala, Belice, El Salvador, Honduras y parte de Nicaragua y Costa Rica, esta celebración servía como guía para que los muertos pudieran encontrar su camino hacia el Mictlán, es decir, el inframundo o mundo de los muertos.
Pero eso no es todo, en esta región la muerte y la comida también se concebían como una sola. Se decía que cuando alguien moría, este se convertía en semilla, alimento para la tierra y para las personas cuando este diera frutos.
Regresando a la gastronomía, en El Salvador sigue siendo una tradición conmemorar a los seres queridos que han partido de este mundo rodeado de comida. Esta costumbre puede verse en los mismos velorios donde se reparte pan dulce con café, tamales e incluso pupusas.
Para el Día de Muertos la práctica no cambia mucho. Si bien es posible ver estos platillos, hay otros que se han convertido en infaltables de esta fecha. Entre ellos están las tradicionales hojuelas, una mezcla de huevos, azúcar y harina que pasa por aceite para freír y se acompaña con dulce de atado. Encontrar este dulce manjar el 2 de noviembre y días previos no es nada complicado, basta con acercarse a cualquier cementerio.
Otra de las delicias de esta fecha es el ayote en miel, un plato tan sencillo, pero con un sabor inconfundible. La mezcla del ayote infusionado con agua, dulce de atado, canela y pimienta gorda da como resultado un sabor intenso, muy parecido a las emociones que nos recorren el cuerpo durante un duelo.