Conocer lugares increíbles y ver de cerca maravillas culturales ha sido un privilegio, el cual disfrutamos aún más al saber que tú nos acompañas en este viaje.
Conocer nuevos rincones y poder compartirlos con los demás ha sido uno de los principales motores que nos ha impulsado en este viaje. Este 2024 nos propusimos recorrer, conocer y redescubrir lugares que, además de ser indudablemente bellos, guardan un legado histórico y cultural que sigue vivo en la actualidad.
Entonces, armamos maletas y trazamos nuestra ruta de viaje y aunque queríamos verlo todo, sabíamos que era necesario ir poco a poco. Con un poco más de claridad, nuestra ambición por encontrar nuevos destinos nos llevó por la carretera y terminamos conociendo la costa de oriente, un paraíso que, aunque es conocido, no cuenta con la misma popularidad que las playas de La Libertad y zonas aledañas.
Durante el recorrido aprovechamos para conocer otros destinos que hicieron de este viaje una experiencia única. Desde los desayunos en San Rafael Cedros, pasando por los distintos miradores ubicados al costado de la carretera que nos dieron una vista impresionante del valle de Jiboa, así como el famoso mirador de las cien gradas. Esta larga y amena travesía tuvo sus frutos, cuando finalmente vimos de cerca las paradisíacas playas de oriente.
Si bien la brisa de mar y el calor de la costa siempre es una gran opción, nuestro deseo de seguir explorando nos llevó a nuevas alturas, específicamente a adentrarnos por la Ruta Fresca de Chalatenango. Este circuito de pueblos que poco a poco nos acercan al punto más alto y frío del país, no solo tiene un clima fresco, sino que está lleno de historia y cultura.
El recorrido empieza en Citalá, pasando por La Palma, para finalmente llegar a San Ignacio, lugar que está lleno de vestigios históricos con su población que se niega a dejar morir su tradición. Estas tierras han sido la casa de artesanos que aún hoy en día conservan el legado de uno de los artistas más representativos de El Salvador: Fernando Llort. Sin olvidarnos de su principal atractivo, los cerros y montañas que nos encaminan hacia El Pital.
Aunque para muchos esto haya sido suficiente, nosotros no y salimos nuevamente de viaje y redescubrir algunos de los destinos más icónicos del interior del país para ser parte de sus fiestas. De este modo, el destino de julio no podía ser otro que la Ciudad Morena, es decir, Santa Ana; lugar que nos recibió con los brazos abiertos para hacernos parte de su fiesta.
En agosto viramos nuestro timón hacia oriente una vez más y aprendimos sobre el arte de hacer hamacas, una práctica que se ha convertido en una tradición que sigue transmitiéndose de generación en generación, así como si incomparable receta de la semita, uno de los panes dulces más deliciosos en el país.
Finalmente, en noviembre nos dejamos llevar por la magia del carnaval de San Miguel, bailamos al ritmo del xuc, degustamos pupusas con salsa negra y conocimos más sobre la historia y destinos turísticos que solo la Perla de Oriente puede ofrecer. El calor nos abrazó y nos dejó con el deseo de regresar a él.
Si bien el turismo y el afán de llevarte de viaje con nosotros fueron nuestros principales motores, las tradiciones también nos llevaron a lugares al interior del país. Por ello, terminamos en los talleres de barro de Guatajiagua en Morazán, donde atestiguamos la creación de auténticas piezas de barro negro, un oficio que guarda la riqueza cultural de nuestros antepasados lencas.
El anhelo por las costumbres nos llevó a Ilobasco, Cabañas, donde una vez más vimos la magia del barro, aunque en esta ocasión, observamos la creación de figuras de barro para los nacimientos de navidad.
El camino ha sido largo y muchas veces cansado, pero el poder compartir estas experiencias con ustedes es una de las recompensas más grandes que como revista podemos experimentar. Nuevas rutas, nuevos destinos y nuevas experiencias están por llegar para este año nuevo.