Saburo Hirao: El parque de los recuerdos

Cuando éramos niños, nuestra única preocupación era jugar con nuestros amigos. Corríamos sin rumbo, trepábamos árboles con facilidad, reíamos hasta que doliera el estómago y rodábamos por el césped como si el mundo fuera un inmenso patio de recreo. Esos recuerdos, que aún se alojan en nuestra memoria, nos hacen reafirmar que la infancia es la mejor etapa que un ser humano puede atravesar en su vida.

Sin embargo, aunque el tiempo avance inexorablemente y nosotros nos hagamos adultos, existen lugares que nos devuelven a nuestra infancia. El Parque Saburo Hirao es, sin duda, uno de esos refugios: un espacio que, durante casi cinco décadas, ha sido el santuario de la diversión y la felicidad para miles de niños salvadoreños, manteniendo viva la chispa de la niñez en medio del bullicio urbano.

Quienes hemos tenido la oportunidad de visitarlo, sabemos que no necesitamos una fotografía para describirlo. Basta con cerrar nuestros ojos y recordar aquellos días felices, deslizándonos por sus enormes toboganes, caminando por sus senderos o disfrutando de una deliciosa pupusa al lado de mamá, mientras escuchamos las carcajadas de niños que se divierten en las zonas de entretenimiento.

Pero el Saburo Hirao no es solo un recuerdo del pasado. Hoy, a 49 años de su inauguración, sigue siendo un espacio vivo donde naturaleza, educación y memoria se entrelazan para formar a nuevas generaciones. Niños y niñas que llegan, ya sea en excursiones escolares o visitas familiares, encuentran aquí un lugar para disfrutar de sus juegos y, al mismo tiempo, descubrir nuevas formas de aprender.

Porque más allá de divertirse o hacer un picnic en sus amplias zonas verdes, el parque ofrece múltiples oportunidades para el aprendizaje. En su interior descansa el Museo de Historia Natural de El Salvador, que abre sus puertas al pasado geológico y biológico del país. Además, de bebetecas y ludotecas que invitan a los más pequeños a enamorarse de los libros y a reconectar con los cuentos y leyendas de la tierra cuscatleca.

Hoy, como padres o abuelos, tenemos la oportunidad de llevar a nuestros hijos y nietos a ese lugar que marcó nuestra infancia. De compartir con ellos nuestras historias, acompañarlos en su experiencia y mostrarles el valor emocional y educativo del Saburo Hirao. Porque sí, este parque es un lugar cargado de recuerdos que unen generaciones de salvadoreños a través de su magia.

En definitiva, el Saburo Hirao nos seguirá recordando al niño o la niña que llevamos en nuestro interior en cada visita, esperando que lo volvamos a mirar con los mismos ojos curiosos con que alguna vez lo descubrimos cuando éramos pequeños. Y es que mientras exista, también existirá un pedacito de infancia dentro de nosotros dispuesto a florecer, sin importar la edad que tengamos.