Dulce o salada, no importa la preferencia. San Vicente y su gastronomía tiene un amplio abanico de sabores para ofrecer a quienes lo visitan.
Cuando hablamos de San Vicente es inevitable que no se nos haga agua la boca pensando en todas las delicias gastronómicas que este lugar ofrece a los turistas y locales. Y es que las tierras vicentinas no solo son bellas por su historia y los imponentes paisajes, sino también por un legado culinario que, con los años, se ha convertido en uno de los principales atractivos de la zona, provocando que personas de todos los lugares emprendan viaje hasta ellas, solo para obtener un bocado de estas delicias.
Una carne sin igual
No hay que adentrarse mucho para poder disfrutar de la primera delicia de esta lista. Estamos hablando de las incomparables carnitas del desvío. Este plato ofrece la bienvenida perfecta para los visitantes, quienes pueden empezar a deleitarse con el aroma de la carne asada mientras esperan ansioso su plato. Y aunque la estrella sin duda es la carne, qué sería de esta sin unos acompañamientos a la altura como lo son las tradicionales tortillas hechas en comal de barro, la cuajada, chimol, aguacate y casamiento. Sin duda alguna, la mejor forma de empezar tu viaje por San Vicente.
Lo más dulce de San Vicente
Para los amantes de lo dulce, hay dos grandes opciones en el amplio menú de panes vicentinos: la torta de tusa y la semita. Comenzamos con la primera de ellas, algunos podrán decir que es simplemente una torta de yema horneada sobre tusa, sin embargo, aquellos que han tenido el privilegio de probarla, saben de sobra que su sabor no puede compararse al de otra. El gran secreto: la tusa, la cual le da un toque único.
Por último, pero no menos importante, la incomparable semita vicentina. Sabemos de sobra que pocos pueden resistirse a una semita cualquiera, pero absolutamente nadie puede ser indiferente ante la semita de San Vicente. Pero, ¿qué la hace tan especial? Además del suave pan, el relleno está hecho de dulce de panela, el cual es elaborado desde cero en las moliendas de la ciudad. La textura suave del pan, más el sabor intenso de la panela hacen que cualquiera que la pruebe se enamore de ella y, por supuesto, de San Vicente.