La música es una parte fundamental del folklore de una región, brindándole color y distinción a una región.
La música y la danza coexisten de manera perfecta, hasta el punto que se ha llegado a creer que una no puede existir sin la otra. Dentro del vasto mundo del folklore, no es la excepción.
Cada historia se cuenta a través de un baile, cada ritual cuenta con movimientos precisos acompañado por una melodía, una canción específica o el simple compás de un solo instrumento. Compleja o simple, no importa, al final sigue siendo música y juega un papel fundamental dentro de la cultura y folklore de cada región.
En la actualidad, suele confundirse a la música folklórica salvadoreña simplemente aquellas canciones populares como “Carnaval de San Miguel” o “Adentro Cojutepeque”; Sin embargo, es mucho más, la música folklórica se caracteriza por ciertos sonidos e instrumentos específicos como los tambores, cascabeles, silbatos y ocarinas de barro, el tun e incluso la marimba. Con todo esto dicho es válido que surja la pregunta, ¿qué es y qué no es la música propia del folklore salvadoreño?
Para comprender esto es vital retroceder en el tiempo y conocer a María de Baratta, considerada la primera investigadora del folklore salvadoreño, quien además era musicóloga. Aunque su sueño era ser bailarina, terminó acercándose a la música, lo que la llevó a interesarse en el origen de las tradiciones y cómo estas juegan un papel importante en la construcción de la identidad colectiva.
María entendía al folklore como algo más extenso que su propio significado, abarcando diversos aspectos que en teoría quedarían fuera del término. De acuerdo a su etimología, la palabra “folklore” viene de folk que significa “pueblo” y lore que hace referencia a una “tradición” o “relato”. Fue debido a esto que la folclorista no hablaba únicamente del folklore, sino también del “folkvisa” y el “folkway” haciendo referencia a las canciones populares de grupos étnicos y a la música de fiesta, ceremonias y ritos respectivamente.
Esta división de la música le permitió poder comprender mejor cómo estas constituían parte de una identidad, además de darle claridad para crear sus propias obras inspiradas en relatos propios de pueblos indígenas, tales como “Nahualismo”, «Canto al Sol», «Ofrenda de la Elegida», «Los Tecomatillos», entre otros. Así como adaptaciones de canciones populares.
Baratta transformó la forma de comprender la música y el folklore salvadoreño, llevándolo de los instrumentos tradicionales a orquestas, manteniendo y respetando su identidad.