Una ceremonia ancestral que ofrece purificación física y espiritual en un entorno natural incomparable.
Son las siete y media de la noche en playa Mizata. A lo lejos se escucha el mar y como las olas rompen en la orilla mientras un grupo de 12 personas se reúnen alrededor del Tata Neto, el temazcalero que guía una ceremonia de limpieza energética. Rodeados por el humo del copal y recitando a una voz las frases que solicitan permiso a las deidades para poder iniciar el temazcal, este grupo está a punto de vivir una experiencia única para conectar con la tierra y ellos mismos.
Una práctica ancestral
Sin embargo, antes de empezar es importante comprender mejor qué es un temazcal, cuál es su objetivo y qué beneficios puede traer para aquellos que decidan intentarlo. Lo primero que tienes que saber es que esta es una práctica prehispánica que se extiende desde México, Guatemala, Belice, Honduras, El Salvador y ciertas partes de Nicaragua y Costa Rica.
La palabra temazcal viene del náhuatl “temazcalli” que significa “casa de vapor”. En términos sencillos, un temazcal vendría siendo un pequeño sauna. Su estructura tiene forma de iglú y representa el vientre de la Madre Tierra. Es decir, este ritual busca no solo reconectar con uno mismo, sino también con la naturaleza. En Mizata, esta experiencia se enriquece con el contraste entre el calor del temazcal y la frescura del mar.
Momento de purificación
Tras la preparación, el grupo de personas se incorpora uno a uno en la pequeña estructura en forma de iglú. En su interior, los participantes se acomodan en un círculo y al centro de esté se encuentran las piedras volcánicas calientes, las cuales también son conocidas como “abuelitas”. Cuando todos están ubicados las puertas del temazcal se cierran e inicia la ceremonia.
En medio de la oscuridad, el Tata Neto aplica agua herbal sobre las abuelitas y el vapor se riega por el temazcal. Durante esta primera fase toda la energía se enfoca en la mente, no solo para desprenderse de los pensamientos negativos, sino también para fortalecerla y que esta sea capaz de resistir al arduo trabajo emocional y físico que implica esta práctica.
La segunda etapa es abrir y sanar el corazón. El temazcalero continúa guiando a los participantes, en esta ocasión para que suelten los sentimientos de culpa que son los que dañan y cierran el corazón. Por medio de cantos, el Tata Neto les pide a los presentes que dejen ir la ira y el resentimiento, que lloren, griten, rían. Tras esto, el temazcal vuelve a quedar en silencio dando paso a la tercera etapa.
El Tata Neto hace una pausa. Advierte que lo que viene no es fácil y cuando todos están listos para iniciar, las abuelitas reciben un poco más de agua con hierbas y la temperatura vuelve a subir. Empieza a explicar los chakras, puntos energéticos encargados de equilibrar cuerpo y mente, los cuales se encuentran ubicados en 7 puntos diferentes del cuerpo. El objetivo de esta fase es poder liberarlos para que la energía fluya de forma adecuada. El Tata Neto se toma su tiempo para poder guíar esta liberación punto por punto, desde el chakra raíz hasta el chakra de la coronilla.
La carga energética se siente, da la sensación que la temperatura ha subido un poco más y el cuerpo de los presentes empieza a resentirlo. La respiración se dificulta y es probable que más de alguno empiece a desesperarse. A pesar de ello, finalmente han llegado a la cuarta etapa, la de la sanación. La abuelitas reciben un poco más de agua y el guía pide por la salud física de los presentes, quienes a su vez pueden pedir por la salud de sus familiares o seres queridos.
Tras este espacio, el temazcalero agradece la fuerza de quienes se aventuraron a esta experiencia y pasa por cada uno de ellos para bañarlos con el agua herbal que activaron a las abuelitas. Al finalizar, cada uno de los presentes sale por una pequeña piscina que conecta el interior del temazcal con el exterior. Esto simula un parto, los participantes han salido del vientre de la Madre Tierra renacidos y renovador.
En Mizata, el temazcal no es solo un baño de vapor, sino una inmersión en una tradición rica y significativa. Es un recordatorio de que, a pesar de los avances tecnológicos y las prisas de la vida moderna, siempre podemos encontrar un refugio en nuestras raíces, en la tierra que nos nutre y en las prácticas que nos conectan con nuestra verdadera esencia.
