Hace más de 1,593 años, una erupción volcánica de gran magnitud dio origen al lago de Ilopango, el cuerpo de agua más grande de El Salvador. Esta catástrofe natural, que alteró el clima global y cubrió vastas zonas de la región, dejó un cráter lleno de historia, y hoy, se ha convertido en uno de los destinos más fascinantes del país.
En las orillas de las aguas tranquilas del lago habitan numerosas familias que subsisten de la pesca artesanal y la gastronomía local. Cada año, reciben a miles de visitantes que disfrutan de paseos en lanchas, pesca y deportes acuáticos.
Otros llegan atraídos por las misteriosas esculturas sumergidas en sus profundidades, como las imágenes de la Virgen de Guadalupe, de Fátima y de Dolores, así como la de Jesucristo Resucitado, que descansan a 18 metros bajo la superficie, donde solo los buceadores pueden admirarlas.
Una de las tradiciones más entrañables que se celebra en el lago es la procesión de la Virgen de Dolores, a quien los devotos veneran con un recorrido en lanchas, bajo el manto de la noche, cada 15 de septiembre.
Más allá de su historia, el lago ha dado origen a un rincón de aguas esmeraldas, donde el reflejo del verde parece susurrar secretos de un destino casi mágico. Así es Poza Verde, un paraíso escondido en San Miguel Tepezontes, en La Paz.
Todos estos encantos han convertido a este espejo de agua en un símbolo perdurable de El Salvador. Por ello, cada 12 de marzo, el Día Nacional del Lago de Ilopango, se celebra como un tributo a su belleza inmortal y un llamado a proteger y conservar este tesoro natural que es testigo de innumerables historias.