El turismo colonial en El Salvador es una ventana extraordinaria al pasado, que nos invita a conocer de manera cercana y detallada la rica historia y cultura que han definido la identidad de nuestro país a lo largo del tiempo.
Está comprobado que muchas de nuestras tradiciones y diversas formas de vida son parte de una herencia que los colonizadores españoles nos dejaron en estas tierras desde la época colonial, comprendida entre 1524 y 1821, después de la conquista de América.
Un ejemplo claro de esto es la arquitectura, que fue replicada en los pueblos de El Salvador y que se ha preservado durante décadas como parte de su patrimonio cultural. Esto ha permitido que dichos destinos sean de los favoritos para turistas locales y foráneos.
Suchitoto, Concepción de Ataco, Juayúa, Panchimalco, San Francisco Lempa y Apaneca son algunos rincones que conservan rasgos coloniales, y que están impregnados de asombrosas historias, extraordinarias costumbres y aventuras únicas.
Recorrer sus calles empedradas, admirar sus casonas de adobe con techos altos y de tejas, conocer sus molduras ornamentadas, descansar en sus frescos portales, tomarse fotos en sus balcones con hierro forjado e introducirse en sus templos con detalles arquitectónicos del Barroco, Renacimiento y Rococó —que son muy representativos de esos años— se siente como transportarse al pasado.
A propósito de eso— según datos históricos—en La Bermuda, Suchitoto, Cuscatlán, se fundó una de las primeras villas de San Salvador en 1528. En este lugar, declarado hace 50 años “Sitio Histórico Nacional”, aún perduran vestigios de ese antiguo asentamiento colonial.
En este sentido, podemos decir que El Salvador, a pesar de ser un país pequeño, tiene una riqueza histórica y cultural inmensa que merece ser apreciada y compartida con los que vienen de fuera; pero también debe ser valorada y conservada para las futuras generaciones.