Algunos creen que la fotografía debe ser espontánea, pero hay quienes prefieren tener el control y preparar cada detalle para obtener la fotografía perfecta.
Cuando hablamos de fotógrafos es probable que lo primero que se nos viene a la cabeza es su capacidad de detener el tiempo y capturar momentos que se desvanecen en cuestión de segundos. Esta idea nos ha llevado a creer que estos son incapaces de controlar lo que sucede a su alrededor, y aunque esto es parcialmente cierto, no es la única verdad. ¿Qué pasa cuando ellos rompen esa barrera y son capaces de manipular los elementos de sus imágenes? ¿Esto los convierte en peores o mejores fotógrafos?
Descubriendo el camino
Lo cierto es que la fotografía es un universo demasiado amplio y entre las muchas ramas que existen, están aquellas que ofrecen más oportunidades de experimentar, crear y plasmar las ideas de las mentes que las conciben. Lidia Servellón es una de esas fotógrafas que han decidido tomar el control de sus fotografías y convertirlas en lienzos en los cuales puede experimentar a su gusto.
Pero encontrar el camino no fue sencillo. Aunque Lidia sabía que su vida tenía que estar ligada a la fotografía, tuvo que pasar por interminables sesiones de práctica con flores y frascos en el techo de la casa de su mamá, una etapa como fotógrafa de eventos y varios retratos, para finalmente descubrir que lo suyo era definitivamente la fotografía de productos.
Un reflejo de uno mismo
De acuerdo con Lidia, cada una de sus fotografías corresponden al reflejo de su personalidad. Como buena persona Leo de julio, es exigente, cuidadosa y le gusta tener el control de lo que hace. Es por ello que más allá de realizar la fotografía, Lidia disfruta de planificar una sesión y tomar cada una de las decisiones que encaminan su trabajo.
Durante este proceso de preproducción, Lidia ya no es únicamente la fotógrafa, sino también la Directora Creativa de sus proyectos, proponiendo un sinfín de ideas, desde la paleta de colores a usar, hasta los props y escenografía que se acoplen mejor a la visión del cliente.
Tras esto, inicia la mejor parte: visitar sus lugares favoritos, es decir, tiendas de usados, lugares donde pueda encontrar cristalería, ferreterías, almacenes y más. Prueba de esta fascinación son los diferentes estantes y repisas llenos de vasos, tazas, platos y demás, que adornan las paredes de su estudio, el cual, con el tiempo, también se ha convertido en una extensión de ella.
Para Lidia no bastó con descubrir su profesión, en este camino de poco más de cinco años como fotógrafa de productos, ha aprendido que los detalles son los que marcan la diferencia y que el miedo a experimentar no cabe en su estudio.