Es normal que guardemos con cariño nuestros proyectos más personales y que a pesar de las adversidades nos neguemos a dejarlos morir por todo el esfuerzo y amor que estos han implicado. La Dalia es el resultado de años de trabajo, dedicación y cariño que las diversas personas involucradas le han aportado y el que aún siga viva después de más de 80 años de trayectoria es la prueba viviente que lo que nace del amor es difícil de destruirlo.
A lo largo de los años, este pequeño local al costado de la Plaza Libertad del Centro Histórico de San Salvador se ha convertido en el lugar seguro de muchas personas que se acercan para desconectarse del ajetreo de la vida cotidiana, donde cada uno de ellos puede ser quién realmente es sin importar su edad, sexo o clase.
Pero hablar de La Dalia es hablar de una historia familiar cuyo pilar fue Don Carlos Barrios, un visionario que vio una oportunidad de convertir algo ordinario en un espacio mágico. Con el tiempo este proyecto que nació como un negocio se convirtió en su hogar. La Dalia no existe sin Don Carlos y Don Carlos no existe sin La Dalia.
Este amor y compromiso trascendió hasta llegar a su hija Carla, quien se negó a dejar morir el lugar que la vio crecer. Al igual que su padre, hizo oídos sordos a aquellos que aseguraban que era caso perdido y no valía la pena invertir energías y mucho menos dinero para salvarla.
Gracias a su postura y su determinación, hoy conocemos La Dalia no solo como el billar más antiguo o como un bar. Para estas nuevas generaciones La Dalia es un espacio cultural donde el entretenimiento y la historia se cruzan y nos brinda una experiencia excepcional que debes vivir sí o sí en el corazón del Centro Histórico.