Al igual que los humanos, no hay una ballena idéntica a otra. Cada una de ellas es diferente y para muestra de esto están las particularidades en sus colas. Con marcas o lesiones, todo esto sirve para poder diferenciarlas entre sí.
Ninguna persona es igual a otra, cada una tiene sus particularidades y características que los diferencian de los demás. Desde las facciones físicas hasta la irrepetible huella dactilar. El mismo caso es el de las ballenas jorobadas. Si bien suena imposible tomar las huellas de sus aletas como tal, hay una forma de identificarlas y diferenciarlas unas de otras. Para ello lo único que se necesita es fijarse en sus colas o aletas traseras, las cuales jamás son iguales a las de otros ejemplares.
Pero, ¿cómo es posible esta tarea? De acuerdo con Luis Pineda, biólogo coordinador del Programa Nacional de Conservación de Cetáceos, para poder identificar a una ballena jorobada es necesario sacar una fotografía de la parte de abajo de su cola ya que, y aunque pertenezcan a la misma especie, jamás serán iguales. Mientras que algunas de ellas poseen la parte inferior de sus colas completamente blancas, hay otras que poseen pequeñas manchas o incluso heridas que las diferencian entre sí.
No se necesita ser un experto para contribuir con la importante labor de identificar a estos animales. Cualquier persona que haya tomado una fotografía donde la parte trasera de la cola de la ballena sea visible puede ingresarla a la plataforma Happywhale; tras ingresar la imagen a dicho portal, un grupo de expertos se dedicarán a analizar las marcas, heridas y particularidades en la cola de la ballena para confirmar si este se encuentra en el registro o si se trata de una ballena nunca antes vista e identificada.
Ahora bien, ¿para qué nos sirve diferenciar a los distintos ejemplares de ballenas? Esta tarea permite realizar un monitoreo de los movimientos que las ballenas hacen. Al ser un registro disponible para los distintos países, los biólogos marinos e investigadores pueden actualizar dicho registro para informar a las autoridades de las distintas zonas sobre el estado de las ballenas. El trazar la ruta de estos animales no solo es una herramienta para su cuidado y conservación, sino también para hacernos una idea del estado actual de los océanos y su entorno. Según Pineda, si sabemos que la temporada de avistamientos de cetáceos en El Salvador va de diciembre a marzo, el tener actualizaciones de ballenas del norte bajando hasta nuestra costa podría ser un indicativo de un desbalance climático como el calentamiento global y el estado actual de su hábitat.
Esta tarea de identificación e individualización de cada ballena funciona para el monitoreo y seguimiento de esta especie. Gracias a los esfuerzos realizados por el Programa Nacional de Conservación de Cetáceos y el Proyecto Megaptera es que se han podido identificar a más de 200 ballenas en las costas salvadoreñas en los últimos cuatro años. Cada una de ellas con sus particularidades, convirtiéndolas completamente únicas y diferentes entre ellas mismas.