Hacer turismo alrededor de la muerte suena, a primera vista, macabro; pero despierta siempre un gran interés en la gente. Y cómo no hacerlo, la muerte, ese último misterio, siempre nos atrae, para bien y para mal.
Pero el necroturismo no es una apología a la muerte; es, de hecho, una manera de acercarnos a una cultura, la manifestación más importante de la vida de las sociedades.
En El Salvador el necroturismo es reciente, de este siglo. La idea original siempre fue hablar sobre la historia; sobre esos hombres y mujeres que yacen en su última morada, pero que en vida hicieron grandes cosas: buenas o malas, eso nos corresponde a nosotros, los vivos, determinarlo.
En sus inicios en nuestro país, estos tours por cementerios se hacían como una búsqueda de aspectos paranormales; poco a poco fue mutando, hasta alcanzar el punto en el que hoy se encuentra. En el área metropolitana se puede hacer necroturismo en dos cementerios: Los Ilustres y el cementerio municipal de Santa Tecla. En ambos casos, las municipalidades han cambiado el sentido paranormal, para dotarlo más de un carácter histórico; desde el respeto por quienes descansan en esa tierra, pero también por los familiares que viven.
Siguiendo ese espíritu, dejamos de lado la idea de lo paranormal; nos abstuvimos de contar la historia de la novia de Los Ilustres o del señor vestido de la época de los cincuentas en Santa Tecla. No por escepticismo, sino por respeto.
Tratamos de ubicar los camposantos como lo que son: el lugar donde descansan los restos de seres humanos, que vivieron, que amaron, que odiaron, como todos. Y que algunos de ellos estuvieron en el momento y el lugar indicado para escribir sus propias líneas en el libro de nuestra historia.