El skateboarding no es sencillo. La cultura skate es compleja, especialmente si el contexto en el que nace es en medio de una guerra, tal como pasó en El Salvador. Una generación de jóvenes que solo buscaban divertirse y distraerse encontraron lo que tanto deseaban encima de una patineta. Se tomaron calles, parques y plazas como El Salvador Mundo que, después de tantos años, sigue siendo el punto de encuentro de esta comunidad.
Aunque actualmente existan lugares donde practicar este deporte, el skate nace en las calles, por lo menos así lo recuerda Carlos Perla, skater con más de 30 años de experiencia.
Desde antes que este deporte tuviera el apoyo y el reconocimiento con el que cuenta actualmente, la comunidad skate se desplazaba por las calles de San Salvador. Buena parte de aquellos que los miraban automáticamente pensaban en vagos, delincuentes y probablemente atados a alguna adicción. Al final del día solo se tenían a ellos. Esta unión o hermandad o como quieran llamarlo fue el pilar para construir la comunidad skate salvadoreñas.
A pesar de los estigmas y el rechazo, este grupo de jóvenes jamás retrocedió. Muchos se sumaron al recorrido. La presencia de niñas y mujeres en la práctica creció y ese fue el inicio de nuevos retos. Ellas ya no se enfrentaban únicamente a las etiquetas tradicionales, sino que ahora debían lidiar con comentarios cuestionando sus habilidades para el skate.
Sin importar los obstáculos, niñas y jóvenes seguían sumándose a la comunidad, como fue el caso de Britny y Rihnna.
La cultura skate sigue creciendo y aunque ahora tenga escenarios de talla mundial, muchos de aquellos que pertenecen a este mundo jamás olvidarán que la primera vez que lograron pararse sobre una patineta, la primera vez que se desplazaron sobre ella y el primer truco que consiguieron fue en las calles.