Hay algo fascinante en el sentido del gusto, y es que cada sabor que llega a nuestras papilas gustativas es una nueva experiencia asegurada. Con los avances tecnológicos e industriales, nos encontramos expuestos a sabores que realmente no se diferencian mucho unos de otros. Esto no significa que sean feos, pero nos limitan a vivir viajes únicos por medio de los sabores. A pesar de ese panorama, hay quienes se niegan a conformarse con eso y dedican su vida entera para ofrecer una vivencia única que mueva nuestros sentidos.
Estos artesanos comprendieron la importancia de las cosas simples y cómo volver al origen puede hacer la diferencia. La fermentación es un proceso que ha acompañado al hombre a lo largo de la historia y ha sido la responsable de darnos bebidas únicas que nos cambian la perspectiva de todo. Con esto en mente, muchas personas se comprometen a ser fieles a estos procesos simples, pero sin negarse el derecho de experimentar para obtener resultados incomparables.
En la búsqueda de la perfección, los maestros cerveceros y los fieles a las tradiciones emprenden un largo viaje para no dejar morir los métodos artesanales para la elaboración de bebidas manteniendo expectantes a aquellos que se acercan a sus puertas con la intención de vivir algo incomparable.
Por un lado, la cerveza artesanal y la hidromiel nos llevan por un viajes de perseverancia hasta la perfección, convencidos totalmente que los procesos industriales jamás serán capaces de obtener esa fusión de sabores que juntan lo antiguo con lo nuevo y permiten un abanico de sabores, olores y colores.
Por el otro, está la chicha, esa bebida que hemos visto y escuchado a lo largo de nuestra vida y que siempre creímos sin importancia, pero que nos acerca de forma especial a nuestros orígenes y tradiciones para dejar de encasillarla simplemente como una bebida con cierto grado de alcohol.
Los fermentados son la prueba de que las tradiciones no mueren, solo se adaptan y nos ofrecen un mundo nuevo que vale la pena experimentar.