La combinación perfecta de ciencia, artesanía y la esencia de una persona se materializa de forma perfecta en una tabla de surf.
Las tablas de surf llevan ciencia, pero también pueden llevar artesanía. Cuidar los detalles, personalizarla. No solo por estética, también por la funcionalidad.
“Hoy en día, la hidrodinámica, la tecnología, los materiales distan muchísimo de las primeras tablas, la de los setenta. O incluso atrás, cuando las tablas realmente eran de madera. Un tronco de madera que se pulía y se hacía una plancha”, explica Salvador Castellanos, surfista salvadoreño desde hace casi cinco décadas.
Y si nos pudiéramos ir más atrás, seguramente serían muy distintas a las tablas que se hacían en las décadas pasadas. Son comparaciones que no vienen al caso.
“Estamos comparando un Apolo con las naves tipo las de SpaceX. Hoy se cortan por computadora las tablas. Antes era a mano, pero todavía existen artesanos de las tablas”.
El creador artesanal de tablas de surf ve el peso, la altura, el tipo de olas que surfea. Piensa en los detalles de acuerdo con las necesidades de cada surfista.
Uno de esos artesanos es don Saúl, el dueño del Hospital de Tablas de Surf, que se encuentra en la tercera avenida sur y segunda calle poniente, en el puerto de La Libertad, El Salvador.
Este hospital no parece hospital, parece un taller mecánico o una de esas llanterías que abundan en la capital, pero sí es un hospital.
Acá cada tabla se trabaja individualmente. No hay nada industrializado. Cada tabla, cada abolladura, cada golpe y, en general, cada problema, se atiende por separado.
Don Saúl tiene más de dos décadas siendo artesano de tablas a tiempo completo. El primer taller de tablas de surf del país lo inició su hermano Yepi, asegura.
También cuentan con una fábrica de tablas de surf. No es en el mismo taller, pero siempre es don Saúl quien las fabrica. Ahí no hay producción en masa; no hay computadoras diseñando nada. Solo es don Saúl, sus décadas de experiencia, sus materiales y sus ayudantes.
En este hospital se reparan y se personalizan las tablas. La mayoría de ellas son para los soul surfers, los que surfean por pura pasión a las olas.
Pero la separación de las tablas hechas a mano y las que son hechas en masa no representa un dilema ni un conflicto, simplemente se usan para cosas diferentes. Los surfistas profesionales normalmente preferirán las tablas más modernas, porque son más ligeras, con arquitecturas hechas específicamente para optimizar todo.
Las tablas del hospital son de las otras. Las que llevan más tiempo y se hacen por separado, cada una con su propia alma.
La diferencia, dice Castellanos, es como la que hay entre la comida hecha en serie y los frijolitos que hace la abuelita. “Una tabla hecha a mano es una obra de arte”, agrega.
El Hospital de Tablas de Surf es ciencia, es método y eficiencia, pero también es detalles, almas y pasión. Como el surf mismo.