Santa María Ostuma, donde la piña se cultiva con técnica y tradición

Santa María Ostuma, donde la piña se cultiva con técnica y tradición

En este pueblo, el cultivo de piña se ha convertido en una fuente de empleo, identidad y desarrollo económico para decenas de familias agricultoras.

Don Carlos López Guevara es uno de los más de 20 agricultores que se dedican a la producción de la piña en Santa María Ostuma, un pintoresco pueblo ubicado entre montañas en La Paz Centro. Él cuenta que creció viendo a sus padres y abuelos trabajar la tierra, y fue junto a ellos que aprendió los secretos del cultivo de este fruto tropical.

Desde muy temprano, día a día, ​don Carlos trabaja en su parcela de tierra cultivada, cuidando cada detalle para asegurar una piña dulce, jugosa y de alta calidad. En la zona se cosechan tres variedades principales: la Golden (MD-2), reconocida por su sabor equilibrado, aroma intenso y excelente duración postcosecha; la Castilla y la Azucarón, ambas apreciadas por su tamaño generoso y su sabor naturalmente dulce.

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Cultivo de Piña en Santa María Ostuma. Foto: Guillermo López
Cultivo de Piña en Santa María Ostuma. Foto: Guillermo López

“El trabajo es duro, pero todo esfuerzo vale la pena cuando ves el fruto listo para cosechar. Por eso tengo 25 años de dedicarme a esto”, comenta mientras sostiene con orgullo una piña recién cortada. Para Guevara, como para muchos agricultores, esta labor no solo es un medio de vida, sino también un legado que desea transmitir a sus hijos. Es su manera de decirle al país que en Ostuma hay un producto que los identifica y los une.

Ese orgullo se puede ver reflejado en la cúpula de la iglesia, en las lámparas de las calles y en las casas pintorescas del pueblo que están adornadas con figuras de piñas. Incluso, un monumento en el parque central rinde homenaje a quienes la cultivan con dedicación.

Pueblo de Santa María Ostuma. Foto: Guillermo López

Y es que el cultivo de piña requiere paciencia. Desde que se siembra hasta que se cosecha pasan entre 14 y 18 meses. Durante ese tiempo, el agricultor se dedica a la limpieza del terreno, al control de plagas y las podas. La cosecha se hace a mano, con machete arrancando cada fruto con precisión para no dañar la planta ni la fruta.

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Foto: Guillermo López

“Se le da una buena asistencia: desde la parte de siembra, la selección de la tierra y lo otro es lo que Dios hace en nuestra zona, pues estamos cerca de volcanes, hay muchas piedras en los terrenos, que son elementos que influyen para tener una piña de calidad”, añade.

También afirma que esta labor mezcla técnica, esfuerzo físico y condiciones climáticas específicas, ya que esta fruta exige suelos bien drenados, temperaturas estables y un control riguroso de plagas.

feria de la piña
Foto: Guillermo López

“Tratamos la manera de ir mejorando, más que todo en el aspecto de cuidar la tierra y evitando usar químicos que la dañen”, asegura, y agrega que en el cambio climático les ha pasado factura en algunas cosechas, puesto que las altas temperaturas tienden a quemar la fruta o la falta de lluvias produce que la piña no alcance el tamaño adecuado.

Santa María Ostuma
Foto: Guillermo López

Dos cosechas al año

No obstante, debido a la fertilidad de sus tierras, en Ostuma logran sacar dos cosechas al año: “La primera comienza en el mes de mayo y en agosto venimos finalizando. Y hay otra cosecha de verano que se da desde noviembre hasta principios de febrero”, afirma don Carlos.

Según explica el agricultor, en cada plantación puede haber hasta 10 mil plantas, aunque no todas producen fruto en la primera cosecha. Detalla que entre el 70% y el 80% dan piña en ese primer corte, mientras que el resto queda para una segunda recolección.

Santa María Ostuma
Foto: Guillermo López

“Nosotros distribuimos las frutas en los mercados salvadoreños. Hay personas que vienen hasta aquí para comprarlas y sino nosotros las llevamos, y por el momento no exportamos, pero sí es uno de los propósitos que tenemos”, sostiene.

Es importante destacar que el precio de la piña varía según su tamaño: las más grandes pueden llegar a valer $1.50, mientras que las más pequeñas se venden en $1. El costo es accesible y su calidad justifica cada centavo.

Agricultor Danilo Mejía. Foto: Guillermo López

Por otra parte, don Carlos señala que, aunque muchas familias ostumeñas han encontrado en este cultivo una fuente de ingresos, en los últimos años ha escaseado la mano de obra, pues las nuevas generaciones ya no quieren trabajar en este rubro.

Foto: Guillermo López

“En esta zona lo que más nos ha afectado es la mano de obra. Ya la gente no quiere trabajar en la agricultura, las nuevas generaciones prefieren otros oficios y no este. Entonces, a nosotros como productores sí nos afecta en la producción”, lamenta.

A pesar de los retos, don Carlos sigue firme en su compromiso con la tierra que lo vio crecer. Su mayor anhelo es que las nuevas generaciones reconozcan el valor de este oficio y se sientan orgullosas de continuar con una tradición que ha dado identidad, sustento y sabor a su pueblo en el corazón de La Paz.

Feria de la piña
Foto: Guillermo López