Durante esta fecha, los salvadoreños visitan los camposantos y realizan una serie de costumbres que fusionan la fe, la cultura y el recuerdo de los que ya no están en esta vida.
Cada 2 de noviembre, en El Salvador y en otros países de Latinoamérica se conmemora el Día de los Fieles Difuntos, una fecha dedicada a honrar y recordar a los seres queridos fallecidos. Durante esta jornada, miles de personas acuden a los camposantos para adornar con flores y velas las tumbas de los que ya partieron de esta vida.
Desde temprano, en los cementerios se siente el aroma de flores naturales, el olor a pintura fresca y el bullicio de la multitud que invade cada esquina de los recintos. En este día no faltan los rezos, las lágrimas discretas ni la gastronomía de la temporada.
El Día de los Fieles Difuntos tiene sus orígenes en la tradición católica. Según la Iglesia es una fecha dedicada a orar por las almas que aún no han alcanzado la vida eterna. A diferencia del 1 de noviembre —Día de Todos los Santos—, en el que se celebra a quienes ya gozan del cielo, el 2 de noviembre se recuerda a aquellos que aún necesitan de las oraciones de los vivos.
Sin embargo, en El Salvador la celebración trasciende lo religioso. Para muchos se ha convertido en un acto cultural y familiar, una expresión de amor que une generaciones. Por ejemplo, en algunos hogares, el día comienza con una misa y termina con una visita al cementerio. Son muchas las costumbres que para este tiempo cobran vida en los 14 departamentos del país. Cada una se lleva a cabo con mucho respeto y amor en honor a los que un día dejaron esta vida. Por esa razón, en este artículo destacamos esas tradiciones únicas entre los salvadoreños y el significado cultural y religioso que tienen para los creyentes.
Enflorar

Las flores simbolizan amor, respeto y gratitud, y por eso los creyentes llevan delicados arreglos a las sepulturas de sus seres queridos, honrando su memoria y manteniéndolos siempre presentes en sus vidas. Para muchos, este acto se convierte en un reencuentro familiar, en el que se le reza al fallecido mientras se adorna su lápida con flores naturales o artificiales, se esparce confeti de colores y se enciende una vela para guiar su alma. Algunos también eligen llevar globos, fotografías, veletas u otros objetos que hayan tenido un significado especial durante la vida del difunto.
Limpiar tumbas

Esta fecha coincide con la época en que las culturas prehispánicas creían que los espíritus podían regresar al mundo de los vivos. Por ello, los fieles acuden desde tempranas horas a los cementerios para limpiar, arreglar y pintar con colores vivos las tumbas de sus seres queridos, convencidos de que así se les demuestra amor y respeto.
Música

En algunos panteones es común encontrar mariachis interpretando melodías en honor a los difuntos. Estos músicos recorren el camposanto en busca de familias que deseen rendir tributo a sus seres queridos mediante las canciones que alguna vez fueron sus favoritas. Por lo general, cada interpretación tiene un costo aproximado de un dólar. Esta tradición se mantiene especialmente viva en los cementerios de los pueblos, donde los visitantes logran que la jornada no solo esté impregnada de nostalgia, sino también de alegría y celebración.
Comida típica

La comida es otro de los elementos indispensables en estas celebraciones. En muchos hogares salvadoreños, las familias preparan diversos platillos para compartir con vecinos y visitantes después de regresar del camposanto. Entre las delicias típicas del 2 de noviembre destacan las tradicionales hojuelas, elaboradas con una mezcla de huevo, azúcar y harina que se fríe en aceite y se sirve con miel de dulce de atado. También es común disfrutar del ayote en miel, la sopa de pata, los tamales de chipilín y el fresco de ensalada, sabores que evocan la unión familiar en estas tradiciones en los pueblos del país.
Misa

En algunos pueblos es tradición celebrar una misa dentro del cementerio. El párroco de la iglesia local acude al lugar para reunir a los feligreses en oración y elevar plegarias por el descanso de los difuntos. La ceremonia conserva la estructura de una misa dominical, con los ritos iniciales, la liturgia de la palabra, la liturgia de la Eucaristía y los ritos de despedida. No obstante, el sacerdote incluye además la bendición de los arreglos florales que las familias llevan para adornar las tumbas. Según la doctrina de la Iglesia, esta misa se ofrece por todas las almas de los que han partido, en especial por aquellas que aún podrían encontrarse en el purgatorio, con el propósito de que logren purificarse y alcanzar la vida eterna.
Altares de muertos

En pueblos como Nahuizalco y Cacaopera, las familias comienzan a preparar altares en sus hogares desde el 28 de octubre. En ellos colocan fotografías, comida y arreglos florales, pues se cree que en esa fecha las almas regresan al mundo de los vivos para convivir nuevamente con sus seres queridos. Las velas encendidas iluminan el camino de las ánimas hasta las puertas de las casas que alguna vez fueron habitadas. También se suele comer tamales o ayote en miel del 28 de octubre al 2 de noviembre.


