Recolectores de arte, coleccionistas y artistas son personajes importantes para que hoy podamos disfrutar de pinturas de todas las épocas, pero su trabajo no sería nada sin las restauraciones necesarias para mantener vivo un cuadro.
Algunos dicen que el arte es atemporal. Eso explica porque, a pesar del paso del tiempo, seguimos admirando pinturas de más de 20, 50, incluso más de 100 años de existencia. Algunos ejemplos de esto son las obras de Miguel Ángel, Georgia O'Keeffe, Vincent van Gogh, entre otros.
Pero para que nosotros tengamos el privilegio de conocer y seguir disfrutando de estos trabajos, ha sido necesario un proceso de restauración para mantenerlo en óptimas condiciones. Sin embargo, existen distintos métodos para hacerlo dependiendo del grado de deterioro del cuadro.
Partiendo de la documentación que especifique el estado de la obra, hasta los procesos especializados como el cambio de soporte, retocar el óleo y volver a barnizar.
Pero, vayamos por partes. La restauración de cuadros puede estar enfocada a eliminar la suciedad superficial, como polvo, hollín o humo; Quitar y reemplazar el barniz viejo, amarillento o descolorido; Cambiar de secciones faltantes de pintura o del óleo; O reparar daños en la pintura, así como rasgaduras y agujeros en el lienzo.
Los procesos suenan complicados y no vamos a mentirte, lo cierto es que tratar con este tipo de materiales requiere de una delicadeza extrema para no dañarla más. Así que si eres una persona algo brusca, no te recomendamos intentarlo.
Esta tarea realizada por manos expertas es uno de los eslabones más importantes para los museos. Sin este paso probablemente nos hubiésemos perdido de grandes obras que han adquirido relevancia histórica con el paso de los años.
Para el Museo Forma no es la excepción. Su colección, reunida por Julia Díaz, ha sido uno de los legados artísticos más importantes a nivel nacional y que, sin el cuidado adecuado, nos hubiéramos perdido de ella.