Las formas del Forma

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El Museo Forma guarda una de las colecciones artísticas más importantes a nivel nacional. La responsable de que hoy podamos disfrutar de dichas piezas: Julia Díaz, la patrona de la pintura salvadoreña.

“A Julita yo la conocí desde que nací. Ella fue a traerme al Hospital Rosales, con mi papá, Mario Araujo, que eran grandes amigos. De ahí, mis recuerdos de ella empiezan a los cuatro años. Era una persona extraña para mí, porque era demasiado eléctrica”, recuerda Norma Araujo de Orellana, miembro de la Fundación Julia Díaz.

Díaz es recordada como artista y gestora cultural. Una de las grandes promotoras del arte salvadoreño. Nació en 1917 en Cojutepeque. De su infancia y adolescencia se sabe poco. En 1931 el pintor español Valero Lecha, quien residía en el país desde hacía casi 10 años, fundó la Academia de Dibujo y Pintura Valero Lecha, ubicada cerca del Teatro Nacional de San Salvador. Díaz entró a la academia en 1938 y adquirió conocimientos sobre la pintura española de inicios de siglo. De su generación salieron nombres importantes de la pintura salvadoreña, como Noé Canjura, Raúl Elas Reyes y Mario Araujo Rajo, padre de Norma. 

Comenzó así su largo peregrinaje por el estudio formal de la pintura, que la llevaría en los años posteriores a República Dominicana, Norteamérica y Europa.

“Es en su viaje a Europa que creemos que adquiere esta necesidad por la creación de un espacio cultural, porque ahí conoce las galerías y los museos como instituciones de comercio del arte, cosa que eran inexistentes en el país”, explica Dulce Muñoz, asistente administrativa del Museo Forma.

Las formas del Forma

Unos años después, Díaz abrió su propio estudio pictórico en la planta alta del edificio Letona, en el Centro Histórico de San Salvador. Este espacio se convirtió en un punto de encuentro entre artistas visuales, músicos, actores, escritores e intelectuales de la época. En este lugar se creó una sinergia que dio paso al nacimiento de ideas transformadoras para su tiempo.

Un incendio, no se sabe si provocado o accidental, le puso fin a aquel estudio. Pero la tenacidad y la pasión por el arte de Díaz hicieron que en 1958 se instalara en la calle Rubén Darío. Esta vez, el estudio se convirtió en galería de arte. La Galería Forma, la primera de la historia del país. A diferencia del estudio, la galería se estableció como un lugar para la compra y venta de arte, a través de exposiciones. Unos años después, y por segunda ocasión, los azares del destino volvieron a golpear el sueño de Díaz. El 3 de mayo de 1965, un terremoto destruyó parcialmente la Galería Forma y Díaz se vio obligada a conseguir un nuevo hogar, en la colonia Providencia.

En 1984 Julia Díaz publicó un libro titulado Museo Forma, en el que recuerda aquel terremoto y lo que significó para su sueño: “Ese 3 de mayo recogí con todo amor la obra de los pintores y la mía propia; subí a la loma de la colonia La Providencia y en mi pequeña casa de la calle El Escorial se inició la segunda etapa de Galería Forma”.

La galería se convirtió en el ecosistema natural de los artistas salvadoreños. Nombres que siguen resonando en nuestro imaginario pasaron por ahí, dejando constancia de lo necesario que era ese “centro de contemplación estética”, como lo describió Salarrué.

En 1983 la artista y promotora decidió darle vida a la Fundación Julia Díaz, una institución con mejores armas para promover el arte pictórico salvadoreño. Ese mismo año nació el Museo Forma, el hogar de la colección personal de Julia Díaz, que consta de 64 obras de diferentes artistas salvadoreños, que dan fe de la producción artística de la época.

Un nuevo terremoto, en 1986, detuvo por un momento el funcionamiento del museo. La colección pasó a manos del Patronato Pro Patrimonio Cultural de El Salvador. Tres años más tarde, encontró la casa en la que habita hasta el día de hoy, la casa de la familia Meardi Pinto, en la alameda Manuel Enrique Araujo.

“Deuda de gratitud”

Aquella personalidad eléctrica que recuerda Norma era el motor que convirtió a Julia Díaz en la patrona de la pintura salvadoreña, no solo por su producción artística, sino porque sin ella hoy no tendríamos una parte importante de la historia del arte salvadoreño.

El Museo Forma no es solo el primer museo de arte clásico salvadoreño, es también un monumental recordatorio de que el arte existió, existe y seguirá existiendo, a pesar de la apatía  generalizada, de gobiernos y ciudadanos, porque el arte es, parafraseando a Luis Cardoza y Aragón, poeta guatemalteco, la única prueba concreta de la existencia de la humanidad.

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Redacción XPOT
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