El ron de los dioses mayas

Los que se proclaman amantes del ron saben que lo que hace especial este licor no solo es su sabor, sino también su historia. No es ninguna mentira que este destilado, que acompaña celebraciones, encuentros y momentos con amigos, ha sido durante años el protagonista silencioso en muchas culturas del mundo.

Un sorbo de esta bebida embriagante es como una cápsula del tiempo, que nos transporta a épocas pasadas, a las primeras destilaciones en el Caribe, y nos conecta con la tradición de generaciones que perfeccionaron el proceso. 

A diferencia de otros destilados, el ron tiene una versatilidad única. Puede ser suave y elegante, o robusto y complejo, adaptándose a una variedad de combinaciones y maridajes. Un buen ron no se limita solo al clásico mojito o daiquirí, sino que revela una complejidad de sabores que merecen ser apreciados con calma.

Ron Cihuatán es una bebida cien por ciento salvadoreña y tiene una conexión profunda con la cultura maya. Foto: Xpot / Guillermo López

Por eso, en nuestras tierras salvadoreñas no solo somos amantes del ron, sino que también lo producimos y lo exportamos a diferentes partes del mundo con un sello inconfundible: Ron Cihuatán.

Sin embargo, contrario a otros países, en “El Pulgarcito de América” se ha adoptado una de las leyendas más populares del norte de San Salvador para darle vida a esta bebida cien por ciento salvadoreña.

El jugo de la caña de azúcar es la base de esta bebida embriagante muy conocida en el mundo. Foto: Xpot / Guillermo López

Y es que los mayas creían que una diosa había llegado al valle de Cihuatán para hacer fértiles las tierras y velar por ellos desde el cerro de Guazapa, cuyas montañas asemejan la silueta de esa deidad.

Ahora, los sabores del ron están entrelazados con esa historia, ya que la silueta de esa diosa dormida en el cerro de Guazapa ha cobrado vida para inspirar al logo de Ron Cihuatán.

Foto: Xpot / Guillermo López

Pero más allá de la destilación y las marcas, el ron simboliza algo más profundo: el encuentro entre la naturaleza, el tiempo y la pasión humana, pues es un reflejo de las tierras que lo producen, de las manos que lo crean y de los momentos que lo acompañan. 

Por lo tanto, tomarse el tiempo para disfrutar de un buen ron es una forma de rendir homenaje a la tradición, a la paciencia y, por supuesto, al buen gusto de los amantes de esta bebida, quienes descubren en cada sorbo la esencia y delicadeza del ron de El Salvador.