Son muchos los colores, bordados y tradiciones las que representan a las distintas zonas de El Salvador, cada una de ellas con sus propias particularidades que los hacen únicas.
Es probable que cuando escuchas “traje típico” lo primero que venga a tu mente sea satín de colores brillantes, encaje bordado y faldas inmensas. Y aunque no sea del todo incorrecto, limitar los trajes típicos únicamente a esa vestimenta (conocida como volcaneña), es injusto para las distintas zonas de El Salvador que cuentan con sus propias costumbres, tradiciones y formas de vestir que las diferencia de las demás.
Para empezar, es importante tener claro que lo que hoy conocemos como trajes típicos salvadoreños son el resultado de la fusión entre la cultura española impuesta durante la colonia, y las costumbres de los pueblos originarios asentados en el país.
A pesar de ser un territorio tan pequeño, el maestro Marcial Gudiel, por medio de una investigación realizada entre 1977 y 1980, logró documentar y contabilizar alrededor de 20 trajes típicos en todo El Salvador, permitiéndonos conocer las diferencias y particularidades que existen entre ellos mismos aún perteneciendo a un mismo país.
No solo en cuanto a colores y siluetas, sino también en los materiales que se utilizan para confeccionar los vestidos tradicionales, cada región posee diferencias marcadas entre las distintas formas de vestir.
Pero aún con toda esta información a la mano, ¿por qué se sigue teniendo una concepción equivocada de la vestimenta típica? De acuerdo con Alex Gámez, maestro y coreógrafo del Ballet Folklórico Nacional, estos trajes representan las costumbres e identidades de los pueblos. Sin embargo, en la actualidad estos trajes evocan al patriotismo, dejando de lado el verdadero significado detrás de cada uno de ellos.
Detrás de las volcaneñas, panchas, mingueñas y demás, se guarda una herencia cultural inmensa con sus propias costumbres y tradiciones que constituyen su identidad.