En el Día del Fotógrafo Salvadoreño, que se conmemora cada 27 de octubre, queremos rendir un tributo a todos aquellos profesionales de la fotografía que tienen un talento especial en sus ojos y manos, que es la magia de documentar momentos únicos y especiales.
Empezó por curiosidad hasta convertirse en su profesión. La fotografía ha sido una parte fundamental de la vida de Don Chico, marcándolo de maneras que ni siquiera él podía imaginarse.
Es la una cuarenta y cinco de la tarde. Don Chico regresa de su cobertura de la mañana. Cada día es diferente. Como fotoperiodista de sucesos siempre está preparado para lo que se disponga en su turno. Desde accidentes, conferencias, eventos de marcas y demás. Lo cierto es que no siempre fue así, gran parte de la carrera de Don Chico se ha caracterizado por imágenes crudas como los momentos que vivió.
Francisco Campos tiene 70 años, de los cuales, 44 han sido dedicados en cuerpo y alma a la fotografía. En un principio era simplemente un pasatiempo, pero entre más se adentraba en este mundo, descubrió que eso era lo que quería hacer el resto de su vida. Para comprender su larga trayectoria es vital retroceder en el tiempo a cuando Miriam, una de sus hermanas, lo invitó a formar parte de los Comandos de Salvamento como voluntario. Francisco, al igual que los demás que se encontraban allí, fueron capacitados para atender emergencias en una época en que los atentados y las muertes estaban a la orden del día.
Fascinado por la labor de dicha entidad, Don Chico reflexionó sobre el hecho que no había nadie documentando las distintas tareas que estos realizaban. Fue así que tomó la decisión de fotografiar el día a día de los Comandos de Salvamento, posteriormente tuvo la idea de presentar este trabajo a diferentes periódicos para que estos pudieran difundir y dimensionar el arduo trabajo de estas personas. Este acercamiento a los medios fue el que luego le abriría las puertas al mundo del periodismo.
Para principios de la década de los 80, con el estallido de la guerra y una situación de violencia insostenible en el país, Don Chico se sumergió en su segunda gran escuela. Los primeros pasos documentando a los Comandos de Salvamento le permitieron conocer y aprender lo básico de la fotografía, pero la oportunidad de trabajar en un periódico lo impulsaron a tomarse en serio el periodismo. Así fue como decidió iniciar sus estudios formales y convertir ese pasatiempo en su profesión. Del mismo modo, esto lo llevó a desarrollar nuevas competencias, especialmente durante aquel tiempo en el que en teoría no existía el fotoperiodismo, solamente el periodismo. Así fue como comenzaría otra gran etapa de su trayectoria, ahora siendo corresponsal de una agencia internacional de noticias.
Los años pasaron y el conflicto armado en el país concluyó. Don Chico recuerda que cuando esto ocurrió creyó se acabarían las postales llenas de crueldad y violencia. No fue así. Sin saberlo, Don Chico estaría a punto de enfrentarse a dos de las grandes transiciones más grandes de su vida, la tecnología y el país. Por un lado, la situación posguerra con todas sus heridas y complicaciones; mientras que por el otro, la llegada de las cámaras digitales.
La llegada del Papa Juan Pablo II al país constituyó un momento histórico como pocos. Los diarios de la época publicaron una de las fotos más icónicas de la historia: la primera fotografía digital en una portada. Don Chico sabía que era momento de despedirse de aquello que por varios había sido su verdad absoluta. Guardó los rollos, dejó su vieja cámara en un cajón y se despidió de los laboratorios oscuros en su día a día. Así le dio la bienvenida a su nueva cotidianidad.
A Don Chico le apasiona hablar de la historia de la fotografía en el país. Mientras recuerda sucesos que marcaron un antes y un después en el país, menciona a aquellos fotógrafos que lo han acompañado durante su extensa carrera. Aquellos que pasaron de ser sus maestros a sus colegas. Él mejor que nadie sabe lo que la fotografía ha significado para contar historias en un país como el nuestro. Sabe que hay heridas de las que no puede recuperarse y aún así está seguro que no desearía dedicarse a nada más que a la fotografía.