Cada año somos testigos de un acontecimiento increíble: la llegada de la primavera en El Salvador. Más que estar determinada por una condición climática, podemos distinguir esta estación por medio de la espectacular postal que las distintas especies de flora nos regalan, especialmente la que obtenemos del Maquilishuat, Cortez Blanco y Árbol de Fuego que se encargan de pintar la ciudad entera de diferentes tonalidades de color rosa, rojos intesos y amarillo vivos.
La cara de la ciudad cambia completamente y no importa donde volteemos, es probable que nuestra mirada se encuentre con alguno de estos imponentes árboles. Algunos dicen que la temporada de afloramiento de estos árboles va de febrero a mayo, sin embargo, es posible ver los primeros ejemplares desde mediados de enero. Eso sí, el verdadero show empieza a mediados de febrero cuando estos árboles se colman de hojas de colores.
Pero, ¿qué tiene de especial la presencia de estos árboles en la ciudad? La respuesta fácil es el atractivo que le brindan a las zonas, renovando y regalándonos un rostro completamente distinto de la ciudad llena de edificios enormes. Sin embargo, eso no es todo. Como todo árbol, estas especies sirven para purificar el aire, especialmente en una zona tan industrializada como la ciudad, ayudan a poder seguir teniendo climas frescos a pesar de las grandes construcciones y, por ende, la reducción de zonas verdes. Por otra parte, estos árboles le ofrecen vivienda, refugio y alimento a diferentes especies de animales que buscan refugio y sobrevivir en este tipo de territorio.
El conjunto de todos estos elementos juntos nos dan la época perfecta para disfrutar del clima fresco, pero cálido, antes de la llegada inminente del verano. Es el momento para salir de casa, caminar por las calles de la ciudad, visitar parques o compartir con nuestras personas favoritas en un picnic. La primavera salvadoreña, con su clima y sus bellos árboles, son un acontecimiento único que merece ser disfrutado al máximo.