Para algunos su parte favorita de las fiestas agostinas, para otros una experiencia no tan grata. Lo cierto es que todos pasamos alguna vez por ellas.
Llegamos a esa semana del año en la que todo se llena de color, donde podemos tomar un descanso y recargar energías, pero sobretodo, en el que podemos disfrutar solos o en compañía de las distintas actividades que nos esperan en todos los rincones del país. Aunque algunos decidan emprender viaje y pasar los días en la playa o la montaña, la presencia de las ruedas es un hecho indiscutible, incluso para algunos, una parada obligatoria durante este período de vacaciones.
Y es que, seamos sinceros, ¿cuántos de nosotros no pasamos nuestras vacaciones agostinas subiéndonos en una y otra y otra y otra rueda de feria? Puede que seas un gran fan de esta época o que prefieras pasar de largo de ella. Lo cierto es que en nuestro país, visitar y subirnos, por lo menos, a un juego mecánico en nuestra vida es casi como un ritual de paso.
Veámoslo así, de pequeño no podías subirte a más de uno o dos juegos, y probablemente necesitabas que un adulto de confianza te acompañara en el recorrido, mientras veías a tus hermanos y primos mayores irse por su cuenta y disfrutar de los juegos más extremos.
Sin embargo, nada es eterno y como es el curso natural de las cosas, creciste y, ahora que por fin era tu momento de disfrutar de todas las opciones que la feria tenía para ti, esperabas ansioso a que las fiestas de agosto llegaran. Finalmente podías acompañar a los mayores y subirte a aquellas atracciones que podían verse desde fuera de la feria por lo inmensas que eran.
Hacías la fila y los nervios te invadían el cuerpo. Veías arriba y solo podías escuchar los gritos de las personas que ya se encontraban en lo más alto del juego mecánico que tus hermanos, primos y tú escogieron para empezar el largo tour por las ruedas de feria que tienen por delante.
Y sin darte cuenta, ahí estabas. Por fin en la cima del mundo (o por lo menos en lo más alto de un juego mecánico), ves abajo y ahora las personas se ven como puntos completamente indistinguibles. Por un momento el tiempo se congela y sin darte cuenta vas a toda velocidad hacia abajo, la adrenalina te invade el cuerpo y gritas a más no poder de la emoción. A partir de ese día algo cambió y tus fiestas agostinas ya no son lo mismo.
Es probable que hayas sacado tus propias conclusiones. Tal vez prefieras los paseos más tranquilos como el Carrusel, las Tacitas o el icónico Gusanito. Quizás descubriste que lo tuyo son las emociones fuertes que solo el Aro de Fuego, el Martillo o la Chicago pueden ofrecerte. Lo mejor de la feria es que hay un poco para todos los gustos.