Atrás de los colores, cada bordado guarda tradiciones que han pasado de generación en generación con el fin de proteger la identidad de un pueblo, una comunidad.
Son las diez y media de la mañana. Claudia Vega se sienta en el pasillo y acomoda su telar de cintura para continuar el paño rojo en el que trabaja, una pieza tradicional del traje de Panchas de Panchimalco. Junto a ella se encuentra Rodrigo, un joven de 23 años que aprendió a tejer con esta técnica gracias a Claudia. Ellos dos son de las pocas personas que continúan con la tradición del telar de cintura en Panchimalco.
Esta técnica de tejido, que ha pasado de generación en generación, recibe su nombre por la forma en la que la persona ajusta el telar, sujetándolo uno de sus extremos a la cintura con ayuda de un cinturón llamado mecapal, mientras que el otro extremo se sujeta a un árbol, poste o cualquier estructura que sirva de apoyo.
De este telar nacen centros de mesas, mantas blancas, pero sobretodo, los paños rojos y negros de las Panchas, convirtiéndose en el inicio del largo viaje que recorren las telas, hilos y encajes para convertirse en un traje tradicional.
Un recorrido más extenso
Aunque en un principio los trajes típicos de cada grupo solían elaborarse en su zona, distintos factores hicieron que esto cambiara con los años. A pesar de los retos, hay costumbres que se aferran a la vida.
De acuerdo con Alex Gámez, coreógrafo del Ballet Folklórico Nacional, para poder elaborar el traje típico de ciertas zonas es necesario moverse a distintos departamentos del interior del país para conseguir piezas necesarias. En otras ocasiones, la única alternativa es buscarlas fuera, específicamente en Guatemala,
Para el caso de Izalco, una de las zonas más afectadas tras el levantamiento indígena de 1932, gran parte de su población se vio obligada a esconder muchas de sus costumbres, entre ellas la vestimenta.
Este suceso tuvo como consecuencia la pérdida del refajo tradicional de Izalco. De tela verde donde los hilos negros, azules y rojos se intercalan formando una cuadricula decorada con un bordado de flores. A pesar de eso, la tradición no se perdió completamente. Gámez asegura que aún es posible conseguir réplicas de este refajo en Guatemala.
Algo parecido ocurrió con la nahuilla o falda de las Panchas de Panchimalco. De acuerdo con Rodrigo, esta pieza se elabora por medio de un telar de palanca.
“Aquí en Panchimalco habían seis personas que trabajaban con el telar de palancas, pero después de ellos nadie más aprendió y se perdió la tradición”, comenta Rodrigo.
Hoy en día para completar este traje es necesario viajar hasta San Sebastián en San Vicente o Santiago Texacuangos.
A pesar de las complicaciones, las tradiciones siguen vigentes. Sin importar que el recorrido para elaborar un traje típico haya crecido, siguen existiendo personas como Claudia, Rodrigo y Alex que mantienen su compromiso para no dejar morir su identidad. Ya sea detrás de un telar o viajando de un extremo a otro para conseguir las piezas. Detrás de cada vestimenta típica existe una tradición que se niega a morir.