La escena musical salvadoreña es amplia y aunque la gran protagonista (casi) siempre sea la cumbia, el rock salvadoreño no tiene nada que envidiarle, especialmente durante su auge en los 90.
En el Día Nacional del Locutor salvadoreño, este 1 de noviembre rendimos tributo a todas las radios de nuestro país, y a su trabajo fundamental en el mundo de la radiodifusión y su arduo trabajo en mostrar la evolución de la música en El Salvador.
La música, el baile, la expresión artística convertida en ritmo ha sido, desde sus orígenes, parte fundamental de la historia humana. Hacemos música porque somos humanos, porque nuestro cerebro tiene la capacidad de crear y recrear patrones. La música forma parte de casi todos los seres humanos, en lo individual, pero también en lo colectivo.
Cuántas veces escuchamos y bailamos la frase Es la cumbia la que manda en mi país. En los noventa, esa frase seguía siendo cierta, pero con matices: lo que mandaba en el país era la música propia. De todos los géneros, pero quizás el género que más destacó fue el rock.
Luego de una guerra que duró más de dos décadas, los espacios nocturnos, los conciertos (o mejor dicho, los toques) y, en general, los espacios para que los jóvenes se pudieran divertir, comenzaron a abrirse cada vez más. Además, cientos de jóvenes educaron su gusto musical con el rock anglosajón o latinoamericano, que ya para esta década tenía grandes referentes, e intentaban proponer su propio sonido.
La mezcla de estos y muchos otros factores dio como resultado el estallido rockero de los noventa en El Salvador.
Espacios como La Luna Casa y Arte, y emisoras como Astral o La Femenina, entre muchas otras, le dieron difusión a lo que estaba pasando en ese momento: la música salvadoreña, sin importar su género, estaba teniendo un auge inédito. Las bandas de covers, que siempre existen, pasaron a un segundo plano; los salvadoreños querían escuchar música salvadoreña.
La Luna y SalvaRock
En aquella década se compusieron canciones que hasta el día de hoy siguen siendo himnos que trascienden generaciones: La maldita, de Adrenalina; Hacer nuestro el universo, de Prueba de Sonido o Abajo del agua, de Nativa Geranio, son apenas algunos ejemplos.
“El público estaba ansioso de escuchar música nacional. En aquel tiempo, había un oído en los jóvenes de ver qué era lo que pasaba con la música de acá. El primer lugar donde se logró tener plataforma fue La Luna Casa y Arte. Uno de los requisitos de La Luna era que las bandas tocaran música original”, recuerda Roberto Guzmán, guitarrista y vocalista de Nativa Geranio.
Había semanas en las que se tenían ocho o nueve lugares simultáneos donde las bandas podían tocar su propia música.
En aquella década se juntaron varios factores favorables para poder crear, difundir y toca en vivo música propia. Uno de esos factores, quizás uno de los más decisivos, fue el compañerismo que permeaba entre las bandas del momento. No había disputas de egos ni pleitos innecesarios, solo una sana competencia creativa.
“Recuerdo una reunión bien bonita, en el que era el Biggest del Paseo General, que fue un parteaguas. Ahí nos pusimos de acuerdo varios integrantes de las bandas de aquel entonces y creamos el SalvaRock, un festival que se hizo durante tres años consecutivos. Para mí, fue uno de los eventos más grandes de la época, porque nunca hubo una convocatoria tan grande solo para escuchar rock original. Se hizo en el parqueo del Teatro Presidente. Hubo una gran fraternidad entre los músicos, nos tratábamos bien a nosotros mismos”, asegura Guzmán.
Astral y la radiodifusión
Radio Astral nació en 1993 en la frecuencia 94.9 FM como una radio comercial enfocada en los adultos contemporáneos, no era exclusiva para un género. Pero en 1997 dio un giro en su programación y comenzó su camino como la estación del rock.
Carlos Miranda ha sido locutor de la Astral desde 1998, rememora la década de los noventa como una explosión de músicos talentosos, en muchos géneros.
“Hubo bandas de rock, de punk, de ska y, alternativamente, había un movimiento de rock más extremo. Astral comenzó a abrir la posibilidad de que las bandas presentaran ahí su música, específicamente con dos programas: ‘Rock del barrio’ y ‘La hora pesada’. En esta última se abrió un espacio para las bandas salvadoreñas que se dedicaban al rock menos comercial”, dice Miranda.
Todos los martes, de 8 a 12 de la noche se programaba Rock del barrio, un espacio en el que sonaban bandas nacionales.
Esas fueron las primeras estrategias de apoyo de la Astral a la música nacional.
Junto a la Astral, hubo otras radioemisoras que también apoyaron al crecimiento de aquel movimiento, como radio Femenina, una radio estación que tiene por objetivo la música juvenil, y en aquella década los jóvenes escuchaban música salvadoreña.
Fin de una era
El cambio de milenio también supuso un declive para aquella era. El internet revolucionó las comunicaciones; se comenzaron a limitar los espacios y la música, en términos generales, se volcó de nuevo a la comodidad de los covers.
Eso no quiere decir que no existieron, o que sigan existiendo, propuestas musicales propias, innovadoras y hasta vanguardistas. Muchas bandas han marcado el camino en estas dos décadas del siglo XXI. Grandes y talentosos músicos siguen componiendo y haciendo grandes esfuerzos porque la música salvadoreña goce de buena salud.
Lastimosamente, en todos estos años no ha existido un movimiento y una sinergia tan grande como la que se produjo en la última década del siglo pasado.
El talento, las ganas y el amor a la música siguen y seguirán intactos, pero se necesita que la sociedad entera se vuelque a esta tarea para consolidar, de una vez por todas, una auténtica industria musical salvadoreña.